Benito Pérez Galdós atribuye la frase ‘visteme despacio que tengo
prisa’ al rey español del S. XIX Fernando VII, otros dicen que es
más bien de Napoleón Bonaparte y otros la ubican aún más lejos en
el pasado. Como sea, la frase advierte de no apresurarnos cuando
tenemos tareas urgentes e importantes por hacer, no vaya a ser que
por hacerlas apresuradamente las hagamos mal, con indeseables
consecuencias, o tengamos que empezar de nuevo a realizarlas, si es
que aún fuese posible hacer un segundo intento. Es en eso en lo que
pienso cuando escucho gente por ahí exigiendo adelanto de elecciones
presidenciales en Nicaragua a la mayor brevedad. Creo que cometen un
error de juicio quienes ingenuamente proponen eso, o son
malintencionados, pues seguramente conocen las consecuencias.
Elecciones presidenciales y legislativas adelantadas en este momento
sólo pueden ser buenas para los mismos tramposos de siempre, los
orteguistas y los que haciéndose pasar por opositores sólo sirven
al régimen. Hablo de los Alemán, los Montealegre y todos esos cuyos
nombres no quiero mencionar, criminales lamebotas que en asamblea o
donde sea que se encuentren se dedican, a cambio de unas cuantas
monedas, a facilitar a la dictadura la explotación y la destrucción
de nuesto pequeño país. Son ellos quienes tienen en este momento, o
pueden restablecerlas rápidamente, las estructuras organizativas
necesarias para acudir a una elección. La gente digna, aquella que
ha luchado realmente y desde siempre contra la dictadura, se
encuentra desorganizada, dispersa y hasta desacreditada como producto
de la implacable tarea de destrucción que el régimen ha realizado
contra ellos en los últimos once años y aún más allá.
Eso es nada más una faceta del problema pero no es todo. Otro asunto es que la institución encargada de realizar las elecciones es una estructura podrida hasta sus cimientos, completamente obediente a la dictadura y al frente de la cual y en todos los cargos de importancia se encuentra una pandilla de criminales cuya tarea única es declarar electos a cada cargo a aquellas personas que el dictador y su mujer les ordenan.
Hay muchas más cosas que desmontar y reconstruir antes de que un nuevo gobierno democráticamente electo y compuesto realmente por demócratas tenga las posibilidades de sacar al país del marasmo en que se encuentra. El sistema de justicia, la policía, la asamblea, son pilares de la dictadura que habrá que cambiar desde la raíz.
Una dictadura no se desmonta con una elección. Si se quiere un cambio profundo en la sociedad, el poder absoluto de la dictadura debe ser desarmado y derribado completamente, y una nueva estructura, sana, fuerte, democrática, debe ser establecida antes de que sea provechoso darle las riendas a un nuevo gobierno pues si sólo se cambia a quien está al frente sin cambiar nada más, no se habrá cambiado nada en realidad, la dictadura sólo habrá tenido un transplante de rostro: el odioso animal que no hemos sido capaces de eliminar en doscientos años de vida republicana seguirá viviendo bajo una nueva piel.
Por eso yo creo que el camino es otro. Creo, como todos, que hay que ir a elecciones, pero no ahora. Antes de llamar a elecciones hay que nivelar el terreno, hay que destruir el sistema de ventajas para unos y desventajas para otros propio de la dictadura. Pienso que la mejor vía en este momento es escoger un gobierno de transición cuya tarea primordial sea eso que su nombre indica, esto es, facilitar la transición de ese sistema totalitario de la dictadura a un gobierno más o menos democrático. Hay que proveer a este gobierno de transición, que debería estar presidido por una junta de notables, gente honrada pues aún la hay en Nicaragua, de una lista de tareas vitales a cumplir en un tiempo prudencial, para garantizar entre otras cosas, que el pueblo escoja a un gobierno que habrá de ceñirse a un modo nuevo de actuar, a unos principios democráticos claramente definidos. Habrá que darles las tareas y los medios para cumplirlas así como nuestro apoyo y comprensión pues su tarea no será fácil y algunos cambios no van a gustarnos.
No tengo ninguna duda de que la dictadura caerá en cualquier momento, quizás ahora mismo y habrá muchos interesados en mantener el estatus quo y eso lo facilita una rápida elección. Seguramente la dictadura propondrá elecciones adelantadas en algún momento, como manera de negociar su salida, pero no hay nada que negociar: la dictadura debe irse sin condiciones. Ya pasó el tiempo en que Ortega podía ser aceptado como interlocutor, ya no tiene más legitimidad. Tampoco la tiene su asamblea, que deberá ser disuelta a lo inmediato. La discusión, la negociacion, debe ser entre nosotros, entre los participantes originales en el diálogo y otros más, en un diálogo cuidadosamente ampliado para que no se nos cuelen las mismas viejas alimañas que ahora estaremos sacando.
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