¿Cómo
te cuento esto, Margarita? ¿Cómo te explico pequeña, lo que pasa
en ese país que tanto quiero? Hoy la mar no está linda, está muy
agitada, y el viento, que alguna vez llevó esencia sutil de azahar,
ahora, soplando desde El Carmen, sólo arrastra un terrible, triste
olor a muerte y a flores podridas.
Lo
que voy a contarte lo sabe la gente de allá, y si no lo sabe lo
intuye más o menos claramente.
En
Nicaragua, ahí frente a los ojos de todos, coexisten dos mundos
muy diferentes el uno del otro. Coexisten en el mismo
espacio físico, pero también en otros espacios, intangibles, o si
querés, imaginarios.
Uno
de esos mundos, que a falta de nombre y siguiendo la tradición de
asociar lo que creemos malo con la oscuridad, podemos llamar ‘el
mundo oscuro’, es una mezcla desordenada y confusa de nuestras
peores cosas, de nuestras peores costumbres, de nuestras peores
ideas. Es lo más feo, lo más repugnante y repudiable que somos y
tenemos. Nuestros peores instintos campean ahí y florecen. Hay
corrupción ahí, que lo penetra todo. Hay superstición, miedo,
ignorancia y violencia en ese mundo pues se nutre de esas y otras
cosas negativas y a más presencia de ellas más fuerte, más
extenso, se hace ese mundo oscuro. En ese mundo se dictan
disposiciones que vienen “de arriba” y que los de abajo deben
seguir sin rezongar. Les dictan las cosas que deben decir, cómo
deben actuar, qué cosas deben pensar. Nadie puede salirse de la
‘línea’ que se les manda desde “arriba” so pena de ser
castigado duramente. No hay libertad en ese mundo, no hay posibilidad
de ser diferentes, los individuos están todos obligados a ser
homogéneos. El ciudadano desaparece para dar lugar a un ente
inferior, el ‘compañero’, un ser no libre, obediente,
disciplinado, dependiente como un niño, fácil de utilizar y
frecuentemente utilizado cuando a los “de arriba” les viene a
bien.
Ese
mundo oscuro no es un estado natural, es una fabricación muy antigua
y hay grupos de gente, que llamaremos ‘las élites’, que para su
provecho lo han mantenido vivo a lo largo de siglos. A esos grupos
les interesa su existencia pues solo en un mundo como ese pueden
realizar sus sucios negocios y aumentar sus malhabidas fortunas. En
un mundo libre, si tuviesen que trabajar honradamente, esos grupos no
prosperarían.
Es
justo decir que aunque ese mundo oscuro existe desde tiempos
inmemoriales es en los últimos tiempos que ha alcanzado los más
horribles extremos, que quizás solo conoció allá en sus inicios.
Mientras todos estábamos encadenados al remo y remábamos sin
chistar, los perros que nos vigilan nos mostraban los dientes y a
veces nos mordían, pero no nos mordieron tan terriblemente como
ahora, no nos despedazaron así como lo hacen ahora.
El
objetivo de quienes dirigen y se lucran de ese mundo oscuro es ocupar
con su mundo todo espacio de la sociedad, los físicos y los
intangibles y avanzan agresivamente sobre esos espacios, ocupándolos
por la fuerza. Ese mundo viejo es pasado persistente que quiere
permanecer, ser presente siempre, y quienes están arriba defienden
su permanencia a sangre y fuego pues de la existencia de ese mundo
depende la existencia misma de las élites.
El
otro mundo, que llamaré ‘mejor’ a falta de palabras precisas
para describirlo, es uno nuevo, que apenas empezamos a vislumbrar, en
el que apenas empezamos a pensar y empezamos a imaginar, cuyas
características vamos percibiendo cada vez más claramente pues se
hacen más visibles mientras más hablamos de ellas, pues nuestras
palabras, al igual que nuestras acciones, le van dando forma a ese
mundo nuevo. Lo van creando.
A
diferencia del mundo oscuro, en este otro mundo viven gentes libres,
ciudadanos, acá es posible pensar y ser diferente y nadie dicta
líneas a seguir, por eso, personas que han escapado del mundo oscuro
y son recién llegados a este mundo mejor, tienen problemas de
adaptación y a primera vista les parece caótico tanta opinión
diferente y les produce temor, acostumbrados como están a seguir a
un líder y no a dirigir ellos mismos sus propias vidas y tomar sus
propias decisiones. Algunos llaman a este mundo “Democracia”.
Hay
un muro enorme, invisible para muchos, entre estos dos mundos.
Sabemos que está ahí porque constantemente nos damos con la nariz
contra él, pero no todos lo perciben y no siempre. Hay gente que
podía verlo y advirtió de su existencia, pero no siempre les
creímos. De un tiempo a esta parte es visible para muchas gentes
más. Ese muro ha sido erigido para contener a los habitantes dentro
del mundo oscuro, para evitar que escapen hacia el mundo mejor, para
evitar que los ‘compañeros’ se conviertan en ciudadanos, que se
conviertan en hombres y mujeres con todas las libertades, pues
entonces se desplomará el mundo oscuro, se terminará el negocio de
las élites.
En
la actualidad hay pánico en el mundo oscuro pues el muro ha empezado
a caerse, primero en pedacitos, luego en enormes secciones y el muro
mismo y los huecos por donde se puede escapar son vistos cada vez por
más gentes, que están huyendo hacia el otro lado pues saben que al
otro lado hay un mundo mejor. Saben que del otro lado volverán otra
vez a ser personas o lo serán por vez primera. Más
y más gente está dándose cuenta de la existencia de ese otro
mundo y están migrando hacia él, debilitando con su
partida el mundo oscuro.
El
mundo oscuro tiene una debilidad inmanente. Siendo como es, oscuro,
es sensible a la luz. La oscuridad no tiene materia, es solamente
ausencia de luz y ahí donde la luz llega, el mundo oscuro desaparece
y cada vez que alguien emigra del mundo oscuro hacia el nuevo mundo
una nueva luz se enciende. El mundo mejor es luminoso y viene
avanzando con su luz sobre los territorios que antes ocupó el mundo
oscuro. Pero no solo eso. Cada vez que alguien escapa hacia el mundo
mejor, el mundo oscuro se contrae y caen ladrillos del muro de
separación. El muro se está derrumbando y el mundo oscuro está
contrayéndose mientras el mundo mejor crece. Las élites no se
resignan y aún piensan que es posible evitar su derrumbe, pero este
es inevitable.
Ese
mundo oscuro es como uno de esos monstruos en los juegos electrónicos
a los que mientras más duro les damos, mientras más energía
utilizamos para destruirlos, más grandes y fuertes se hacen, por eso
la manera de combatirlo no es utilizando esa energía negativa de la que se alimenta, no es
entrando en su juego, sino por el contrario es enfocándose en
construir el mundo nuestro, en desconocer el mundo oscuro, en traer
para nuestro lado a más gentes, en dejar que el otro mundo se
contraiga, se desplome con nuestra ausencia. Puesto que ese mundo
oscuro se alimenta de lo negativo, de la violencia, del odio, quieren
empujarnos hacia la violencia, quieren obligarnos a mostrar nuestros
dientes y morder nosotros también, a agarrar el garrote y partir
cráneos nosotros también. Si lo hacemos solo estaremos haciendo más
fuerte, más extenso, más oscuro ese horroroso mundo.
Para poder destruirlo debemos abandonar ese mundo oscuro, desalojarlo de todos los espacios que ocupa. Hay que abrir el muro para que más gente salga, hay que arrojar más luz sobre la oscuridad. Debemos dejar de ser como ellos, de actuar como ellos, de mirar a las cosas como las miran ellos. Debemos actuar según otros valores. Dejemos solos a los dueños del mundo oscuro. Hagamos como si su mundo no existiera. Miremos a través de ellos como si fuesen transparentes. Eso, en la práctica significa dejar de obedecerles, dejar de pagarles impuestos, dejar de darles dinero con el que compran fusiles para culatearnos, para dispararnos. Significa escamotearles el país, hacerlo ingobernable, desaparecerlo frente a sus ojos. No lucharemos con sus armas, no arrancaremos un diente por otro diente ni sacaremos un ojo para vengar otro. Lo he dicho mil veces y seguro que ya aburro pero la mula, esa animalita que pensamos estúpida, nos muestra la manera de luchar contra ese mundo oscuro. Si decide que la carga es muy pesada o el camino muy difícil la mula se detiene y se queda parada, o se echa, y no hay nada que el arriero pueda hacer para echarla a andar. Una mula plantada es inamovible. Usted puede matarla a palos pero la mula no se moverá y si la mata usted perderá la mula y la carga. A una mula plantada hay que bajarle la carga, dejarla descansar y ponerle luego una carga más liviana y entonces se moverá, si quiere. Aún no hemos probado seriamente el plantarnos como las mulas. Quizás sería bueno que en nuestros bailes pusiéramos de moda el paso de la mula.
Para poder destruirlo debemos abandonar ese mundo oscuro, desalojarlo de todos los espacios que ocupa. Hay que abrir el muro para que más gente salga, hay que arrojar más luz sobre la oscuridad. Debemos dejar de ser como ellos, de actuar como ellos, de mirar a las cosas como las miran ellos. Debemos actuar según otros valores. Dejemos solos a los dueños del mundo oscuro. Hagamos como si su mundo no existiera. Miremos a través de ellos como si fuesen transparentes. Eso, en la práctica significa dejar de obedecerles, dejar de pagarles impuestos, dejar de darles dinero con el que compran fusiles para culatearnos, para dispararnos. Significa escamotearles el país, hacerlo ingobernable, desaparecerlo frente a sus ojos. No lucharemos con sus armas, no arrancaremos un diente por otro diente ni sacaremos un ojo para vengar otro. Lo he dicho mil veces y seguro que ya aburro pero la mula, esa animalita que pensamos estúpida, nos muestra la manera de luchar contra ese mundo oscuro. Si decide que la carga es muy pesada o el camino muy difícil la mula se detiene y se queda parada, o se echa, y no hay nada que el arriero pueda hacer para echarla a andar. Una mula plantada es inamovible. Usted puede matarla a palos pero la mula no se moverá y si la mata usted perderá la mula y la carga. A una mula plantada hay que bajarle la carga, dejarla descansar y ponerle luego una carga más liviana y entonces se moverá, si quiere. Aún no hemos probado seriamente el plantarnos como las mulas. Quizás sería bueno que en nuestros bailes pusiéramos de moda el paso de la mula.
Para
terminar, pienso que ‘ganar la calle’ no debe ser el fin en sí,
como parece ser para algunos. La calle no debe preocuparnos, un día
la ocuparemos completamente y saldremos a ella a cantar y bailar, el
último día, el día que se vayan. Ganémosles el país, las calles
vendrán por añadidura. Dejémosles el adoquín, a fin de cuentas
nadie puede comer adoquines.
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