No creo que merezca la pena nombrar a ninguno de los "candidatos" legitimadores de Ortega en esta "elección", creo que lo que corresponde es denunciar esta horrible Opera Buffa y que referirse a los candidatos les dignifica. Sin embargo, voy a hacer ahora una excepción, pues hay cosas que colman la paciencia de cualquiera y yo no soy Job, el de la proverbial paciencia.
En honor a la verdad quizás no sea la Chamorro la peor de todos los candidatos, quizás está empatada con el tal Cruz, ese estadounidense lamebotas (diría que lame otras cosas, pero la decencia y las reglas de FB me lo impiden), no obstante, es ella quien en este circo electoral ha hecho a mi juicio el peor acto de descaro y sumisión ante el tirano. Ella se vanagloria de haber sido cómplice del pacto aquel que en 1990 firmara su marido con los dos Ortega en representación del gobierno de la señora Barrios de Chamorro y que traicionando los deseos del pueblo nicaragüense, regresó a los Ortega el poder que habían perdido en las urnas, permitió a los apaleados y odiados sandinistas robarse miles de millones de dólares pertenecientes a la nación y permitió que el ahora dictador sobreviviera políticamente. Por medio de aquel abominable pacto la familia Chamorro abrió el camino a esta dictadura.
"Nosotros le dimos una salida digna -dice ella, sonriendo a la cámara, sonriendo para Ortega- y lo volveremos a hacer". Eso, señora mía, es el colmo del descaro y su antidictatorial padre si estuviera vivo, habría caído muerto al escucharla. Es el colmo del descaro pues ella no apela al pueblo nicaragüense pidiéndole apoyar su candidatura, no, ella le coquetea al dictador genocida ofreciéndose como la mejor opción para que Ortega deje la dirección del poder ejecutivo y se baje de su por ahora incómoda silla conservando todo su dinero y todo su poder, como aquella vez.
Ella sabe muy bien cómo funciona eso de los pactos y sabe que a fin de cuentas es Ortega quien determina quién ganará la elección de noviembre, pues es su Consejo Supremo Electoral, que le es fiel como un perro, quien las organiza siguiendo las reglas de Ortega y siguiendo en cada paso la voluntad del amo.
No, lo mío no es misoginia, no me vengan con ese cuento. El colaboracionismo no tiene sexo ni género y si me refiero a la señora Chamorro y no a los demás es porque de entre todos los suspirantes presidenciales es ella quien parece ser la elegida del tirano. Pero claro, las cosas pueden cambiar, pues como he dicho antes, esto no es una elección, este es un juego de sillas en los que quedarán sentados serán aquellos que bailen mejor la música del dictador, juez supremo que decidirá quién quedará sentado en cada silla y quién no.
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