lunes, 4 de febrero de 2019

La misma cosa



Se dice que Einstein, el sabio alemán, dijo que era locura hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener diferentes resultados cada vez. La verdad es que era una locura esperar que cuando cayó la dictadura de los Somoza en 1979 las cosas cambiarían en Nicaragua, pues éramos las mismas gentes haciendo las mismas cosas que hacía la dictadura. En eso que se ha dado en llamar ‘revolución sandinista’ y que al paso de los años se ve menos como revolución y sandinista, hicimos las cosas del mismo modo en que los Somoza las hacían, y aún peor que ellos. Solo para poner algunos ejemplos diré que si Somoza criaba sapos, esas aborrecibles criaturas que vigilan los pasos de sus vecinos y los denuncian a las autoridades cuando muestran independencia, los sandinistas, copiando a los cubanos, a través de eso que llamaron CDS pretendieron convertir a todo el pueblo en denunciantes, en sapos pues. Somoza tenía una muy temida Oficina de Seguridad Nacional, que era risible cuando se la comparaba con la Dirección General de Seguridad del Estado creada por los sandinistas y asesorada por expertos alemanes del este, cubanos, soviéticos y otras nacionalidades, que gozaba de un enorme presupuesto y una cantidad de miembros que Somoza ni en sus más locos sueños aspiró a tener. Más allá de esas pequeñas cosas, con las riendas en sus manos los sandinistas usaron el poder de modos que hicieron palidecer el autoritarismo de los Somoza. Me atrevo a decir (y contradígame si puede) que nunca un grupo tuvo y usó tanto poder en Nicaragua como lo tuvieron y usaron los sandinistas en su década. Lo usaron para las mismas cosas que los Somoza, incluso para enriquecerse, como quedó claro cuando perdieron las elecciones y al irse del gobierno le robaron al pueblo miles de millones de dólares que aún los pobres están pagando.

Que Ortega y Somoza hayan resultado ser la misma cosa no debería sorprendernos: ambos son producto nuestro. Tenemos doscientos años de producir y reproducir la misma ____ . No nos gusta la democracia, no sabemos cómo se construye y parece que no estamos muy interesados en aprender, o no sabemos cómo aprender. No sabemos escucharnos los unos a los otros. Somos blanco y negro. O timbuco o calandraca. O liberal o conservador. O somocista o sandinista. O contra o compa. O izquierda o derecha (y esta es la peor de todas las dicotomías pues en la Nicaragua actual esos que se llaman izquierda son derecha y lo que llaman derecha es muchas veces izquierda).

Aquí estamos ahora, 40 años después en una situación similar a la de entonces, con una dictadura caminando en la cuerda floja. Hemos estado más de una vez en esta situación, nos hemos encontrado, como Dios, con un mundo por hacer y nosotros, a diferencia de él, cada vez lo hemos hecho mal. Más de uno dice que en Nicaragua se repite el mito de Sísifo. Ahora estamos cerca de la cima (o de la sima si lo vemos de otro modo) y estamos a tiempo de evitar que la piedra vuelva a rodar cuesta abajo. ¿Cómo le hacemos para evitar que ruede, para evitar tener que empujarla de nuevo cuesta arriba?

Hablemos del presente y del futuro y hablemos como si en esto se nos fuera la vida, pues en realidad se nos va la vida, mire si no nomás cuántos han muerto en menos de un año de rebelión pacífica, asesinados por la dictadura. Miré cuántos han visto sus vidas destrozadas, arruinadas, cuántos están pudriéndose en la cárceles, cuántos dejaron su país amado, su gente. ¿Cómo vamos a hacerle para no regresar a este mismo punto dentro de veinte o treinta años? ¿Cómo se construye una patria para todos? Hay muchos nicas ya hablando de esto por aquí y por allá. Yo mismo no digo nada nuevo. Otros lo han dicho ya. Ojalá no sea esta una plática de sordos, ojalá nos escuchemos los unos a los otros. Aunque nadie me lea yo iré describiendo aquí el país que me gustaría para mí, para usted, para los míos, para los suyos. Si puedo, le diré también cómo creo yo, en mi humilde opinión, que podemos construirlo.

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