Se dice que Einstein, el sabio alemán, dijo que era locura hacer la
misma cosa una y otra vez esperando obtener diferentes resultados
cada vez. La verdad es que era una locura esperar que cuando cayó la
dictadura de los Somoza en 1979 las cosas cambiarían en Nicaragua,
pues éramos las mismas gentes haciendo las mismas cosas que hacía
la dictadura. En eso que se ha dado en llamar ‘revolución
sandinista’ y que al paso de los años se ve menos como revolución
y sandinista, hicimos las cosas del mismo modo en que los Somoza las
hacían, y aún peor que ellos. Solo para poner algunos ejemplos diré
que si Somoza criaba sapos, esas aborrecibles criaturas que vigilan
los pasos de sus vecinos y los denuncian a las autoridades cuando
muestran independencia, los sandinistas, copiando a los cubanos, a
través de eso que llamaron CDS pretendieron convertir a todo el
pueblo en denunciantes, en sapos pues. Somoza tenía una muy temida
Oficina de Seguridad Nacional, que era risible cuando se la comparaba
con la Dirección General de Seguridad del Estado creada por los
sandinistas y asesorada por expertos alemanes del este, cubanos,
soviéticos y otras nacionalidades, que gozaba de un enorme
presupuesto y una cantidad de miembros que Somoza ni en sus más
locos sueños aspiró a tener. Más allá de esas pequeñas cosas,
con las riendas en sus manos los sandinistas usaron el poder de modos
que hicieron palidecer el autoritarismo de los Somoza. Me atrevo a
decir (y contradígame si puede) que nunca un grupo tuvo y usó tanto
poder en Nicaragua como lo tuvieron y usaron los sandinistas en su
década. Lo usaron para las mismas cosas que los Somoza, incluso para
enriquecerse, como quedó claro cuando perdieron las elecciones y al
irse del gobierno le robaron al pueblo miles de millones de dólares
que aún los pobres están pagando.
Que
Ortega y Somoza hayan resultado ser la misma cosa no debería
sorprendernos: ambos son producto nuestro. Tenemos doscientos años
de producir y reproducir la misma ____ . No nos gusta la democracia,
no sabemos cómo se construye y parece que no estamos muy interesados
en aprender, o no sabemos cómo aprender. No sabemos escucharnos los
unos a los otros. Somos blanco y negro. O timbuco o calandraca. O
liberal o conservador. O somocista o sandinista. O contra o compa. O
izquierda o derecha (y esta es la peor de todas las dicotomías pues
en la Nicaragua actual esos que se llaman izquierda son derecha y lo
que llaman derecha es muchas veces izquierda).
Aquí
estamos ahora, 40 años después en una situación similar a la de
entonces, con una dictadura caminando en la cuerda floja. Hemos
estado más de una vez en esta situación, nos hemos encontrado, como
Dios, con un mundo por hacer y nosotros, a diferencia de él, cada
vez lo hemos hecho mal. Más de uno dice que en Nicaragua se repite
el mito de Sísifo. Ahora estamos cerca de la cima (o de la sima si
lo vemos de otro modo) y estamos a tiempo de evitar que la piedra
vuelva a rodar cuesta abajo. ¿Cómo le hacemos para evitar que
ruede, para evitar tener que empujarla de nuevo cuesta arriba?
Hablemos
del presente y del futuro y hablemos como si en esto se nos fuera la
vida, pues en realidad se nos va la vida, mire si no nomás cuántos
han muerto en menos de un año de rebelión pacífica, asesinados por
la dictadura. Miré cuántos han visto sus vidas destrozadas,
arruinadas, cuántos están pudriéndose en la cárceles, cuántos
dejaron su país amado, su gente. ¿Cómo vamos a hacerle para no
regresar a este mismo punto dentro de veinte o treinta años? ¿Cómo
se construye una patria para todos? Hay muchos nicas ya hablando de
esto por aquí y por allá. Yo mismo no digo nada nuevo. Otros lo han
dicho ya. Ojalá no sea esta una plática de sordos, ojalá nos
escuchemos los unos a los otros. Aunque nadie me lea yo iré
describiendo aquí el país que me gustaría para mí, para usted,
para los míos, para los suyos. Si puedo, le diré también cómo creo yo, en mi humilde opinión, que podemos construirlo.
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