Hasta
hace unos pocos meses pensaba que para encontrar solución a la
crisis en Nicaragua debía dialogarse con Ortega. Es que la otra
alternativa, sacar al dictador del poder por la fuerza iba a costar
más sangre, más dolor, más luto, más destrucción. Pensé que
había que dialogar, aún sabiendo que Ortega no tiene en realidad
ningún pito que tocar en ningún diálogo. Su gobierno es ilegítimo
y después de tantos muertos, heridos, secuestrados, desaparecidos,
exiliados, después de tantas vidas destruidas Ortega se ha
descalificado como interlocutor de cualquier diálogo en Nicaragua.
Pensé que si podía encontrarse una salida satisfactoria a la crisis
bien valía la pena hablar con él, pero es claro que Ortega ha
perdido todo contacto con la realidad y no quiere dialogar, quiere
imponerse por la fuerza, quiere aparentar que dialoga mientras pacta
con quien sea que le sirva para seguir en el poder, aún cuando éste
sea compartido y aun cuando eso signifique dejar el gobierno en algún
momento, más adelante. Por eso va a buscar un ‘diálogo’ con
gente que sea amable con él, con gente simpática a los ojos de los
yanques y propuestos por éstos seguramente. Mientras tanto, sus
sicarios siguen matando, mutilando y secuestrando en las calles y
entrando a las celdas de los presos políticos a golpearlos salvaje y
cobardemente con saña asesina. Ortega no quiere diálogo, quiere
pacto, uno como el que hizo con Alemán, o como el que hizo hace una
década con esos mafiosos que se hacen llamar empresarios, que se le
entregaron en sus brazos por un puñado de dólares, como putas baratas. No va a hablar
con nadie que sea un peligro para él. Vive en un mundo de fantasía
en el que él es el héroe, la tajona, la ley, y así, se siente
fuerte y no hablará ni con la Alianza Cívica ni con la UNAB.
Buscará hablar, otra vez, con los ‘empresarios’: ojalá que
estos por una vez en la vida le dijeran que no hay nada que dialogar
y no le den más oxígeno al moribundo.
Hay
que denunciar con fuerza y repudiar cualquier cosa que no sea la
continuación del diálogo que empezó allá en los días más
calientes de esta revolución cívica, un diálogo en el que la UNAB
es el interlocutor y que debe empezar con la liberación inmediata e
incondicional de todos los detenidos, el regreso de los exiliados, el
desarme de los paramilitares y la recuperación de todas las
libertades individuales. Si no es eso lo que en este momento viene,
si es otra cosa, habrá que decirle a Ortega que se meta su ‘diálogo’
por el culo y habrá que reanudar la lucha cívica y no parar hasta
que el dictador se vaya.
Claro
que debe haber diálogo en Nicaragua. Pero debe ser un diálogo sin
presos, sin represión, en total libertad, y eso significa sin Ortega
y sin los cómplices de éste. Un diálogo entre nosotros, cuando se
hayan ido Ortega y su esperpento. Guaidó ha mostrado cuál es el
camino, un camino que no es nada fácil. Habrá que seguir su
ejemplo: ya estuviera la UNAB nombrando una junta de notables que
encabece un gobierno de transición. Ya estuviera poniéndose al
frente, exponiendo el pecho.
Ortega,
estúpidamente, se ha cerrado todas las salidas. Ya no hay nada que
negociar con él. Debe irse ya: sin condiciones, sin negociación,
sin pacto. Si este pueblo se planta como las mulas ni San Cosep
detendrá la caída de la dictadura.
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