Saquemos el diálogo de esos fríos salones donde nunca da el sol,
donde huele a rancio, a moho y podredumbre. Saquémoslo de esos
lugares oscuros, tenebrosos, de donde nunca ha salido nada bueno para
nadie que no sea parte de las élites fracasadas. Llevémoslo a la calle, de donde nunca debió salir. Mientras estuvo en la calle
la dictadura iba en caída libre, destinada a estrellarse contra el
piso y romperse en mil pedazos, hasta que aparecieron los tramposos
de siempre y llevaron el diálogo a esos apartados salones donde las
élites siempre han arreglado sus problemas, lejos de nuestras
miradas.
Saquemos
el diálogo a la luz y al viento para que los rayos del sol y el aire
fresco lo purifiquen.
No
permitamos que sean otros los que arreglan las cosas por nosotros.
Esos otros, que no somos nosotros, no tienen nada que dialogar, no en
nuestro nombre. No pueden decidir en lugar nuestro. Quitemos el diálogo de las manos de los impostores y dialoguemos pues
entre nosotros, sin la dictadura y sin sus viejos socios. Salgamos a
la calle y dialoguemos.
Es
hora de terminar con esa farsa de diálogo, desconocer lo que ahí
está produciéndose y los resultados que de allá salieran. Si algo
saliera de allá no sería nada bueno para el pueblo, será bueno para quienes están ahí dialogando, pero no para nosotros. Es
hora de terminar con casi un año de conversación que no lleva
adonde el pueblo entero quiere que lleve y lo único que consigue y
lo único que ha hecho en todos estos meses ha sido desmovilizar al
pueblo, impedirle acabar de una buena vez con la dictadura, el año
pasado y ahora otra vez.
Olvidémonos
de diálogo con la dictadura pues dialogar con ella implica que se la
admite como legítima, que se la acepta como interlocutora, que se le
permitirá continuar viviendo, pues la dictadura no acude a ningún
diálogo para suicidarse. De ese diálogo no veremos salir el cadáver
de la dictadura, que es lo que la gran mayoría quiere ver.
El
diálogo está en la calle, dialoguemos entre nosotros, entre quienes
queremos el final de la dictadura y el comienzo de una época
diferente, de una nueva manera de dirigir los destinos de nuestra
nación, de una nueva sociedad, de una patria para todos. Es hora ya
de terminar lo que empezamos en abril del año pasado y que las
élites nos han impedido alcanzar en su intento por imponer sus
propios intereses sobre los intereses de las grandes mayorías.
Aquellos
que cayeron desde abril lo dijeron claramente: la dictadura debe
caer. No vamos a permitir que se yerga altiva y victoriosa sobre la
sangre y los huesos de nuestros hermanos caídos. Nuestros presos
desde las cárceles lo dicen claramente: ¡abajo la dictadura!
De
esos salones donde ahora dialogan la dictadura y sus viejos socios
saldrá algo que no nos conviene para nada. Saldrá la dictadura, quizás en una nueva forma, más viva de lo que estaba hace un año, probablemente
más violenta aún, envalentonada y contando con la venia del yanqui
y del Vaticano. No permitamos que hoy otra vez como tantas veces lo
hicieron, las élites le coman el mandado al pueblo. Lo que ahora se
produce en el INCAE es una plática entre amigos en un ambiente de
cordialidad y respeto mutuo, es una componenda que comprometerá el
presente y el futuro de nuestro país, que cortará de raíz los
anhelos de democracia del pueblo todo que desde abril del año pasado
lucha por el cambio. Del INCAE solo saldrá más de lo mismo. Poder para Ortega y los suyos, más poder para el gran capital, más negocios
sucios de los dos socios, ningún poder para el pueblo, que en estas
negociaciones ha sido nada más espectador y nunca actor.
No
aceptaremos lo que de allá salga pues aceptarlo sería traicionar la
memoria de quiénes cayeron en esta cruenta lucha. Sería traicionar
el dolor de sus madres y de sus familiares. Sería traicionar a
nuestros presos, a nuestro exiliados. Sería traicionar el
sufrimiento de este pueblo que todo un año viene clamando y luchando
por el fin de la dictadura y por el establecimiento de una nueva
sociedad. De allá, de esos fríos salones solo va a salir lo mismo
de siempre, lo mismo que las élites nos han dado siempre, un arreglo que sirve a ellas nada más, no importa si sobrevive el tirano mientras sea útil a los intereses de los
“empresarios”. Esos intereses no son los mismos que los nuestros.
Nunca lo han sido.
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