Déjeme hoy hablarle del litoral Caribe nicaragüense y tratar de arrojar un poco de luz sobre lo que allá está ocurriendo. Un post no será suficiente, por supuesto, pero algo es algo y por algún lugar hay que empezar. Tratemos de analizar, usted y yo, lo que allá ocurre y le invito a que después de leer y pensar en este post vaya y busque otras fuentes de información y escuche otras opiniones.
Usted ha oído seguramente que se dice que en el Caribe se anda hablando de independencia y seguramente a usted no le gusta escuchar esta palabra, porque no quiere imaginarse usted que Nicaragua pierda ese enorme y bello territorio. A mí tampoco me gustaría, pero no se preocupe usted, que eso no va a ocurrir y más que movimiento independentista lo que allá está ocurriendo es que los pueblos del Caribe, maltratados como nadie por Ortega y su gobierno que les ha puesto en peligro de extinción, están lanzando al mundo a su manera, una petición de auxilio. Quizá no han utilizado estos pueblos las palabras más adecuadas para expresarse, pero no dejemos que las palabras utilizadas nos impidan percibir qué es lo que allá está ocurriendo en realidad. Déjeme explicarle un poco en este post cómo veo yo que andan las cosas por allá.
Los indígenas del Caribe están hartos -como lo estaría usted en su lugar- de ser vistos y tratados como si únicamente fuesen parte del exótico paisaje, igual que los árboles, los monos y los ríos. Están hartos de ser tratados como si no fuesen gente, como si no fuesen lo que son en realidad: los dueños de las tierras que habitan desde siempre. Están hartos de no ser tomados en cuenta en las decisiones sobre asuntos que son vitales para ellos, si es que han de sobrevivir como personas y como pueblos. No se les toma de ninguna manera en cuenta en las decisiones sobre los recursos que forman la base de su existencia y constituyen su hábitat. Alegre y vorazmente, grupos de extraños venidos de otras partes se apropian de sus tierras, exterminan la fauna, contaminan las aguas, derriban y suben en grandes camiones o barcazas los árboles que pueden vender y queman o dejan pudrirse los otros, dejando a su paso una enorme estela de destrucción. Por más que los indígenas han reclamado, por más que han intentado llamar la atención sobre estas y otras acciones nadie parece escucharles y nadie parece estar interesado en sus asuntos. Son la gente de Ortega -y de su socio Alemán- los que se han apropiado de todos los órganos de gobierno y estas autoridades, que deberían velar por los intereses de los indígenas, que son aquí el pueblo, son en su lugar, cómplices de los que están acabando con todo en el territorio continental y hasta en la plataforma marítima del Caribe. Los indígenas no pintan nada y no tienen vela en su propio entierro.
Seguramente hay otras salidas a la problemática de los indígenas caribeños enfrentados a un gobierno corrupto, ciego y sordo a sus demandas y no sólo esta radical medida -la “independencia”- que es la única que Ortega en su torpeza, en su visión obtusa del mundo y de la vida les ha dejado. Pero los indígenas saben que con Ortega a la cabeza del gobierno allá en Managua no es posible encontrar otra salida. Ortega no negocia, Ortega impone, y al igual que lo hace en el Pacífico, allá en el Caribe utiliza también a grupos de delincuentes armados para acallar las voces de una población humilde y pacífica abandonada a su suerte. Hablemos francamente usted y yo: si usted fuera un indígena del caribe norte usted también soñaría con independizarse de un gobierno que trata este territorio como si fuese una colonia, como si sus habitantes fuesen seres inferiores, como si no fuesen ciudadanos de un mismo país. El gobierno de Ortega ha entrado a saquear el Caribe con prisa y con codicia, como sabiendo que debe hacerlo ahora porque no habrá mañana. Sus representantes -hoy al igual que en su primer gobierno- se comportan como virreyes, como representantes de la corona y reparten a diestra y siniestra los últimos recursos de un territorio otrora rico y que hoy marcha a pasos muy rápidos hacia la desolación.
Ortega no escucha y no escuchará a la población indígena caribeña desesperada. Ni él ni sus representantes se sentarán a dialogar. Ya lo hemos visto en días pasados. En lugar de escuchar a la población ha enviado a las tropas especiales de la policía y a grupos de delincuentes armados a reprimir a la población. En los primeros ataques de los grupos orteguistas a una manifestación pacífica un anciano miskito ha resultado muerto, pero como lo hemos visto en el pasado, a Ortega no le importa cuántos indígenas mueran con tal de imponer su visión del mundo y -ahora- su codicia.
Porque Ortega no escuchará a la población indígena y porque no nos representa en realidad, la sociedad civil del litoral pacífico debería acercarse a las poblaciones indígenas para escuchar qué es lo que tienen que decir y para reafirmarles que Ortega no es Nicaragua, que el pueblo del Pacífico no es enemigo de los pueblos del Caribe. A la mayor brevedad posible, antes de que las cosas se encaminen por un curso de no-retorno, las organizaciones de la sociedad civil deberían conformar y enviar una delegación para enterarse de lo que por aquellos rumbos está ocurriendo en realidad. Esta delegación debería ser el germen para la conformación de una comisión especial de los organismos de la sociedad civil encargada de tratar los asuntos del Caribe.
Mientras tanto, usted no se deje sorprender. No tome aún partido en esto y evite ponerse del lado de los malvados en este problema. No se deje asustar por la palabra independencia, que en su desesperación los indígenas caribeños repiten como un estribillo. Recuerde lo que le he dicho: usted en su lugar probablemente repetiría la palabrita. Esté clara usted de que estos movimientos no ponen en peligro la integridad del territorio como Ortega y sus delincuentes le querrán hacer creer. No es así nomás que en el mundo actual un territorio puede independizarse de otro. Recuerde además que la independencia que los indígenas se plantean, más que independencia del resto de Nicaragua, es independencia de Ortega y que a usted como a ellos, también le gustaría librarse del dictador.
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