Conociendo como conozco la gente y la historia reciente del caribe nicaragüense, la noticia que leo esta mañana en la versión electrónica del diario La Prensa me para los pelos. Bajo el inapropiado e ingenuo titular “Separatistas del Caribe no desisten de su protesta”, los periodistas Romero y Ubieta nos cuentan que el próximo domingo 18 de octubre, unos 3 mil indígenas desarmados, llevando en sus manos una Biblia y una bandera blanca marcharán, encabezados por un religioso, hacia la Casa de Gobierno de Bilwi para apropiarse de ella pues les pertenece.
Esta es, a mi modo de ver, la amenaza más fuerte hecha al gobierno de Ortega en todo su mandato y puede constituirse en el principio del fin de su dictadura. Déjeme explicarle por qué veo las cosas de este modo.
Lo único que de este alzamiento me sorprende es que ocurra hasta ahora. Esperaba que ocurriera en el primer año del gobierno de Ortega y así lo había anunciado en alguno de mis posts, si mal no recuerdo, pero es claro que el liderazgo indígena, prostituido y comprado por Ortega y Alemán, pudo por un tiempo retardar el movimiento de repudio de la población caribeña autóctona hacia quien con mucha razón consideran su peor enemigo, su enemigo histórico. Déjeme recordarle a usted que nadie trató a los pueblos del caribe como los Ortega en toda la Historia conocida. Nadie, ni siquiera los españoles, ni Zelaya, ni Somoza, nadie. Recuerde usted -pues los indígenas lo recuerdan muy bien- que fue en el Caribe nicaragüense donde Humberto Ortega, entonces jefe del Ejército Popular Sandinista, dio la orden de estrenar las mortíferas BM-21, conocidas como Katiuskas, recién compradas a los soviéticos, bombardeando con ellas poblaciones indígenas. Los indígenas fueron perseguidos y cazados como bestias, arrinconados y aniquilados como animales ponzoñosos, en una línea de actuación calificable como genocidio sobre la que aún habrá que investigar para la Historia. Los que lograron escapar a la muerte fueron sacados de sus aldeas y llevados a “asentamientos”, que eran en la práctica campos de concentración de los que los indígenas tenían prohibido salir. Las aldeas indígenas de un área enorme del caribe, sobre todo aquellas a lo largo del Río Coco, fueron arrasadas hasta sus cimientos. Las viviendas fueron quemadas, los animales masacrados, las fuentes de agua envenenadas, los bosques incendiados, entre otras desquiciadas e inhumanas acciones destinadas a dejar sin posible refugio a quien osase enfrentar al sandinismo triunfante e intolerante de otras formas de ver la realidad y de conducir la existencia.
Ahora los indígenas han decidido recuperar el poder sobre su territorio, hartos de ver como un gobernante ansioso de riqueza y un grupito de codiciosos colaboradores autóctonos esquilman lo que queda de unos recursos que una vez fueron abundantes y destruyen de paso la tierra, las estructuras sociales y la forma de vida de la población. Allá, muy lejos de Managua, un pueblo sumido en la miseria y el atraso le está diciendo NO a Ortega, en una lección de dignidad que ojalá fuese seguida en el resto del país.
Los indígenas caribeños saben muy bien el calibre del enemigo al que ahora se enfrentan, saben qué cosa es posible esperar de Ortega y por lo que puedo intuir están preparados a enfrentarlo y saben bien cómo hacerlo. Por eso van desarmados, pues saben que eso les hace aún más fuertes frente a un tembloroso y cobarde Ortega en un mundo que ya no es el mismo a aquel de la primera vez que lo enfrentaron. Veremos qué mandará Ortega hacer a las numerosas tropas policiales enviadas a aquel lugar que ya tanta sangre humilde ha visto correr.
De cómo Ortega maneja este planteamiento que ahora le presenta la población indígena del caribe dependerá la sobrevivencia de su gobierno. Si, como se verá tentado a hacer, responde a sangre y fuego a una población desarmada, se verá enfrentado, ya lo verá usted, no sólo a la población caribeña sino al país entero, si el país es capaz de entender entonces que el problema no son los indígenas sino Ortega mismo. La comunidad internacional, también lo verá usted, no se quedará quieta viendo cómo se ataca a unas etnias ya suficientemente sufridas. El débil gobierno de Ortega, que sólo sobrevive gracias a la debilidad de una parte de la oposición y la complicidad de otra parte, se vendrá al suelo como un castillo de naipes frente a un pueblo que le repudia.
Para los indígenas este levantamiento desarmado es un asunto de vida o muerte, la única salida que le ha dejado un gobierno corrupto, ciego, sordo y mudo a las aspiraciones de una población que busca vivir en paz y desea que los recursos de su territorio sirvan para mejorar las condiciones de vida de la gente y no sólo para enriquecer a un ya muy rico enemigo que le odia y le desprecia allá en su mansión a cientos de kilómetros de distancia.
Ojalá usted que lee esto sea capaz de ver más allá de las etiquetas que gente bien intencionada y otra con malas intenciones le está poniendo y le pondrá a esta acción de los indígenas caribeños. No se trague usted las etiquetas de “separatistas”, “independentistas” o cualquiera otra que le quieran presentar. Cuando le cuenten el cuento de lo que está pasando y de lo que pasará el domingo trate usted de ver lo que hay detrás de las palabras, quizá se sorprenderá de lo que encuentra y quizá usted también sacará su Biblia y su bandera blanca y exigirá como los indígenas el derecho a elegir a sus propias autoridades.
Esta es, a mi modo de ver, la amenaza más fuerte hecha al gobierno de Ortega en todo su mandato y puede constituirse en el principio del fin de su dictadura. Déjeme explicarle por qué veo las cosas de este modo.
Lo único que de este alzamiento me sorprende es que ocurra hasta ahora. Esperaba que ocurriera en el primer año del gobierno de Ortega y así lo había anunciado en alguno de mis posts, si mal no recuerdo, pero es claro que el liderazgo indígena, prostituido y comprado por Ortega y Alemán, pudo por un tiempo retardar el movimiento de repudio de la población caribeña autóctona hacia quien con mucha razón consideran su peor enemigo, su enemigo histórico. Déjeme recordarle a usted que nadie trató a los pueblos del caribe como los Ortega en toda la Historia conocida. Nadie, ni siquiera los españoles, ni Zelaya, ni Somoza, nadie. Recuerde usted -pues los indígenas lo recuerdan muy bien- que fue en el Caribe nicaragüense donde Humberto Ortega, entonces jefe del Ejército Popular Sandinista, dio la orden de estrenar las mortíferas BM-21, conocidas como Katiuskas, recién compradas a los soviéticos, bombardeando con ellas poblaciones indígenas. Los indígenas fueron perseguidos y cazados como bestias, arrinconados y aniquilados como animales ponzoñosos, en una línea de actuación calificable como genocidio sobre la que aún habrá que investigar para la Historia. Los que lograron escapar a la muerte fueron sacados de sus aldeas y llevados a “asentamientos”, que eran en la práctica campos de concentración de los que los indígenas tenían prohibido salir. Las aldeas indígenas de un área enorme del caribe, sobre todo aquellas a lo largo del Río Coco, fueron arrasadas hasta sus cimientos. Las viviendas fueron quemadas, los animales masacrados, las fuentes de agua envenenadas, los bosques incendiados, entre otras desquiciadas e inhumanas acciones destinadas a dejar sin posible refugio a quien osase enfrentar al sandinismo triunfante e intolerante de otras formas de ver la realidad y de conducir la existencia.
Ahora los indígenas han decidido recuperar el poder sobre su territorio, hartos de ver como un gobernante ansioso de riqueza y un grupito de codiciosos colaboradores autóctonos esquilman lo que queda de unos recursos que una vez fueron abundantes y destruyen de paso la tierra, las estructuras sociales y la forma de vida de la población. Allá, muy lejos de Managua, un pueblo sumido en la miseria y el atraso le está diciendo NO a Ortega, en una lección de dignidad que ojalá fuese seguida en el resto del país.
Los indígenas caribeños saben muy bien el calibre del enemigo al que ahora se enfrentan, saben qué cosa es posible esperar de Ortega y por lo que puedo intuir están preparados a enfrentarlo y saben bien cómo hacerlo. Por eso van desarmados, pues saben que eso les hace aún más fuertes frente a un tembloroso y cobarde Ortega en un mundo que ya no es el mismo a aquel de la primera vez que lo enfrentaron. Veremos qué mandará Ortega hacer a las numerosas tropas policiales enviadas a aquel lugar que ya tanta sangre humilde ha visto correr.
De cómo Ortega maneja este planteamiento que ahora le presenta la población indígena del caribe dependerá la sobrevivencia de su gobierno. Si, como se verá tentado a hacer, responde a sangre y fuego a una población desarmada, se verá enfrentado, ya lo verá usted, no sólo a la población caribeña sino al país entero, si el país es capaz de entender entonces que el problema no son los indígenas sino Ortega mismo. La comunidad internacional, también lo verá usted, no se quedará quieta viendo cómo se ataca a unas etnias ya suficientemente sufridas. El débil gobierno de Ortega, que sólo sobrevive gracias a la debilidad de una parte de la oposición y la complicidad de otra parte, se vendrá al suelo como un castillo de naipes frente a un pueblo que le repudia.
Para los indígenas este levantamiento desarmado es un asunto de vida o muerte, la única salida que le ha dejado un gobierno corrupto, ciego, sordo y mudo a las aspiraciones de una población que busca vivir en paz y desea que los recursos de su territorio sirvan para mejorar las condiciones de vida de la gente y no sólo para enriquecer a un ya muy rico enemigo que le odia y le desprecia allá en su mansión a cientos de kilómetros de distancia.
Ojalá usted que lee esto sea capaz de ver más allá de las etiquetas que gente bien intencionada y otra con malas intenciones le está poniendo y le pondrá a esta acción de los indígenas caribeños. No se trague usted las etiquetas de “separatistas”, “independentistas” o cualquiera otra que le quieran presentar. Cuando le cuenten el cuento de lo que está pasando y de lo que pasará el domingo trate usted de ver lo que hay detrás de las palabras, quizá se sorprenderá de lo que encuentra y quizá usted también sacará su Biblia y su bandera blanca y exigirá como los indígenas el derecho a elegir a sus propias autoridades.
Nota: las fotos que acompañan este texto sirven nada más para fines ilustrativos, no tienen relación alguna con el texto y son de la autoría de esecrebond y se publican aquí bajo una licencia de Creative Commons. Estas y otras fotos de este autor pueden encontrarse en su página en flickr en http://www.flickr.com/photos/esecre/
Vaya para esecrebond mi profundo agradecimiento por el permiso tácito de usar sus hermosas fotos.
Vaya para esecrebond mi profundo agradecimiento por el permiso tácito de usar sus hermosas fotos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario