miércoles, 27 de febrero de 2019

¡Suéltenlos!¡Ya!


Para quienes no tienen presos entre sus familiares más cercanos es fácil opinar sobre la suerte de ellos. Quienes no tenemos presos (aunque estos realmente son nuestros presos, de usted y de mí) no podemos saber el dolor que sienten sus familias ni imaginar el cúmulo de ideas y emociones que en estos momentos les poseen.
Yo tengo la foto de Amaya Eva Coppens debajo del monitor de mi computadora. Es esa foto de la blusa a cuadros en que aparece sonriendo, desafiante, fresca, mientras las policías que la retienen se miran afligidas, quizás porque entienden que son ellas las presas y no Amaya, que aunque prisionera es más libre que sus captoras, pues nada puede apresar un espíritu libre como el viento. Esa foto me la dio Diego, su hermano, en Amsterdam, donde lo conocí llevando la lucha por la liberación de los presos –no sólo de su hermana– a todos los lugares que están a su alcance. Cuando mis hijas adolescentes me preguntan quién es esa muchacha, les cuento con orgullo –como si Amaya fuese mi hija también– las cosas que en estos meses he sabido de ella, y mis hijas se impresionan pues no otra cosa puede uno hacer sino impresionarse por su valentía y su heroísmo. Me duele, como le duele a muchos, la prisión de esta joven y la de tantas gentes. Pero es a las familias de los presos a quienes esto duele más y sus opiniones deben ser escuchadas.
Decía que para quienes no tenemos presos, es fácil opinar sobre ellos. ‘Que los suelten a todos, si no, no puede haber diálogo’ decimos. Yo mismo lo he dicho. Pero sabemos que el dictador no quiere hacer eso, que precisamente ha acumulado rehenes –pues no otra cosa son– para utilizarlos como piezas de negociación, para cambiarlos por impunidad para él y los suyos, entre otras cosas que quiere conseguir. No quiere soltar a sus rehenes sin obtener nada a cambio. Sin los rehenes, el dictador se queda sin buena parte de sus fichas. Si ahora decimos que no dialogaremos si no los suelta primero, nos va a echar a pelear a los unos contra los otros. Dirá ‘¿vieron? Yo quiero soltarlos pero los negociadores son intransigentes, son ellos, los negociadores, quienes no quieren que salgan los presos’. Eso y muchas cosas más dirá para confundir, para dividir. Sabe bien que solo puede vencernos si nos divide. Nosotros, aquellos que tenemos presos y los que no, debemos estar unidos, de acuerdo. Para las familias de los presos, que han vivido meses terribles, dolorosos y que desean la liberación de los suyos a veces del modo que sea, este es un momento muy difícil y saber qué pensar y qué camino seguir es un proceso angustioso, lleno de incertidumbre, de dudas.
Yo pienso que no puede haber negociación si antes no sueltan a los presos políticos, a los rehenes de la dictadura y que para los presos mismos esta es la mejor manera de ser liberados. Me explico:
1. Los presos solo hacían uso de su derecho a protestar y no han cometido delito. Parece una tontería repetir esto pues si alguien no ha cometido delito no tiene nada que estar haciendo en una cárcel, pero esta dictadura es descabellada y ocurren cosas que normalmente sólo ocurren en obras de ficción.
2. Aceptar negociar la liberación de los presos es legitimar su detención, es dar la razón al régimen, es admitir que son delincuentes y ya sabemos que no lo son. Si negociamos, estaremos diciendo que es cierto, que eran ‘golpistas’, que fueron justamente detenidos.
3. Aceptar negociar los presos y dar a cambio concesiones al régimen que le permitan respirar, es traicionar la lucha de los presos. Ellos han luchado para salir de la dictadura, no podemos ahora utilizarlos para extender la vida de ésta.
4. Si no son liberados sin condición alguna no serán libres en realidad. Podrán –y serán– detenidos de nuevo cuando le dé la gana al dictador. Quedarán fichados como criminales.
5. Si los presos salieran después de una negociación se vería como que Ortega nos ha hecho un favor y todos sabemos que no es así, que es un criminal, que no tenía por qué matar y apresar a gente inocente.
6. Por más que quiera hacernos pensar otra cosa, el dictador está contra la pared y tendrá que liberarlos sin condición pues él, más que nosotros, necesita del diálogo para mantenerse con vida. Literalmente. No tiene otra opción. Su única esperanza es que nos dejemos ‘meter el mono’ y creer que en realidad está fuerte, que en realidad está en capacidad de negociar la libertad de los rehenes. 7. Por último, si pudiéramos preguntarle a los presos qué opinan ellos, creo que dirían que deben ser liberados antes de cualquier negociación, que ellos no son fichas del dictador.
Los presos deben ser liberados inmediatamente y sin condiciones.

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