En un post de hace unos días decía yo que si en Nicaragua queremos
tener una sociedad diferente de la que ahora tenemos tendremos que
actuar de modo diferente y hacer cosas diferentes de las que hasta
ahora hemos hecho. Si queremos un país diferente del que hemos
creado no podemos seguir siendo los que hasta ahora hemos sido.
Para
empezar, tenemos que hacer evidente que aquí hay dos grupos de
personas que quieren diferentes sociedades: los unos, los
‘compañeros’ que apoyan a la dictadura, los otros, los
ciudadanos que queremos construir la democracia. Entre ellos y
nosotros no puede haber entendimiento pues perseguimos cosas
completamente diferentes.
Necesitamos
saber quiénes somos y con quién contamos en esta lucha que tenemos
ahora y por delante y para eso hay que separarnos claramente y tomar
distancia un grupo del otro. Hay una brecha entre ellos y nosotros
que es necesario profundizar y hacer más ancha y más larga,
alejándonos de ellos de todas las maneras: físicamente,
espiritualmente, ideológicamente. Tenemos que dejar de parecernos a
ellos, de pensar como ellos, de actuar como ellos, pues siendo como
ellos las cosas seguirán como hasta ahora. Al separarnos de ellos la
brecha se ampliará y quedará en evidencia que su mundo oscuro se va
reduciendo, que ellos no son muchos, que nosotros somos más y que su
espacio es muy pequeño en realidad mientras el nuestro se extiende
más allá del horizonte. Hay que ampliar la brecha, dejando puentes
de una sola vía para facilitar el paso hacia nuestro lado de
aquellos que de uno u otro modo se encuentran atrapados al otro lado
y desean escapar.
Allá,
del otro lado de la brecha quedarán los ‘compañeros’, esos
seres humanos que han sido reducidos a entes inferiores que besan las
cadenas que les aprisionan y el látigo que les castiga, obedientes,
disciplinados, dependientes como niños, fáciles de utilizar y
usados por quienes detentan el poder del mismo modo que se usa el
trapito de bajar la olla del fuego.
Acá,
a este lado de la brecha estaremos los ciudadanos, personas libres,
opinando, discutiendo, decidiendo por nosotros mismos, construyendo
la nueva sociedad que queremos. A este lado es posible pensar y ser
diferente y nadie nos dicta cómo actuar y cómo ser. En nuestra
libertad y en nuestra diferencia radica nuestra fuerza.
No
tenemos que esperar ni deberíamos esperar a que desaparezca la
dictadura para empezar a construir la sociedad que queremos pues la
misma construcción de la nueva sociedad acelera la caída de la
vieja. La nueva sociedad se construye desde dentro de la antigua,
como una semilla que al germinar rompe la envoltura que aprisiona al
germen. Cada acción que emprendemos en pro de esa nueva sociedad la
hace más fuerte y al mismo tiempo debilita al viejo orden. Lo que
hacemos a este lado de la brecha tiene un efecto al otro lado.
Desde
este lado de la brecha podemos los ciudadanos decidir que no queremos
dejarnos gobernar más por esos que de maneras ilegítimas se han
adueñado de todos los poderes. Nosotros tenemos el poder más
grande, solo tenemos que estar conscientes de ello: sin pueblo al que
gobernar tampoco habrá gobernantes. Nosotros somos el piso sobre el
que ellos se paran. Si les quitamos el piso no tendrán dónde
pararse. Ni siquiera tenemos que hacerles la guerra, pues eso les
fortalece, solo tenemos que quitarles el lomo. No tenemos que salir a
enfrentarlos a la calle, dejémosles el asfalto, que se lo coman si
quieren. Ya iremos a la calle a celebrar, cuando se hayan ido, o el
último día, para sacarlos. La calle es un fetiche, el poder está
en otra parte, está en nosotros mismos, hay que mirar hacia adentro.
Podemos
dejar de pagarles impuestos, por ejemplo, para que no nos repriman
usando nuestro mismo dinero. Podemos encerrarnos todos en nuestras
casas y desde allá adentro sonar nuestras vacías ollas, todos al
unísono. Si de todos modos no tenemos nada para comer ¿por qué no
tener fines de semana de ayuno y oración? Podemos irnos todos a
nuestras iglesias y encerrarnos ahí a orar para que se vayan. Piense
usted qué cosas podemos hacer para salir de ellos y háganlas usted
y los suyos. No le ponga freno a su imaginación. No es cierto que es
‘o diálogo o guerra’, eso es un invento dirigido a inmovilizarlo
a usted y solo sirve a la dictadura y a esos que hoy la apoyan
dialogando con ella. Dejemos de dialogar y que sea claro que la
dictadura está sola frente a todo un pueblo, entonces vendrá a
rogarnos que dialoguemos con ella y les enviaremos un emisario, no
para dialogar sino para dictarle las condiciones de su rendición,
que es lo que la así llamada ‘Alianza Cívica’ debió hacer
desde un principio, cuando la dictadura se encontraba, como ahora, al
borde del precipicio.
Un
día, más temprano que tarde, la dictadura caerá estrepitosamente y
entonces nos sorprenderemos de lo débil que estaba y entenderemos
que nos dejábamos asustar con el petate del muerto.
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