jueves, 2 de mayo de 2019

La brecha


En un post de hace unos días decía yo que si en Nicaragua queremos tener una sociedad diferente de la que ahora tenemos tendremos que actuar de modo diferente y hacer cosas diferentes de las que hasta ahora hemos hecho. Si queremos un país diferente del que hemos creado no podemos seguir siendo los que hasta ahora hemos sido.

Para empezar, tenemos que hacer evidente que aquí hay dos grupos de personas que quieren diferentes sociedades: los unos, los ‘compañeros’ que apoyan a la dictadura, los otros, los ciudadanos que queremos construir la democracia. Entre ellos y nosotros no puede haber entendimiento pues perseguimos cosas completamente diferentes.

Necesitamos saber quiénes somos y con quién contamos en esta lucha que tenemos ahora y por delante y para eso hay que separarnos claramente y tomar distancia un grupo del otro. Hay una brecha entre ellos y nosotros que es necesario profundizar y hacer más ancha y más larga, alejándonos de ellos de todas las maneras: físicamente, espiritualmente, ideológicamente. Tenemos que dejar de parecernos a ellos, de pensar como ellos, de actuar como ellos, pues siendo como ellos las cosas seguirán como hasta ahora. Al separarnos de ellos la brecha se ampliará y quedará en evidencia que su mundo oscuro se va reduciendo, que ellos no son muchos, que nosotros somos más y que su espacio es muy pequeño en realidad mientras el nuestro se extiende más allá del horizonte. Hay que ampliar la brecha, dejando puentes de una sola vía para facilitar el paso hacia nuestro lado de aquellos que de uno u otro modo se encuentran atrapados al otro lado y desean escapar.

Allá, del otro lado de la brecha quedarán los ‘compañeros’, esos seres humanos que han sido reducidos a entes inferiores que besan las cadenas que les aprisionan y el látigo que les castiga, obedientes, disciplinados, dependientes como niños, fáciles de utilizar y usados por quienes detentan el poder del mismo modo que se usa el trapito de bajar la olla del fuego.

Acá, a este lado de la brecha estaremos los ciudadanos, personas libres, opinando, discutiendo, decidiendo por nosotros mismos, construyendo la nueva sociedad que queremos. A este lado es posible pensar y ser diferente y nadie nos dicta cómo actuar y cómo ser. En nuestra libertad y en nuestra diferencia radica nuestra fuerza.

No tenemos que esperar ni deberíamos esperar a que desaparezca la dictadura para empezar a construir la sociedad que queremos pues la misma construcción de la nueva sociedad acelera la caída de la vieja. La nueva sociedad se construye desde dentro de la antigua, como una semilla que al germinar rompe la envoltura que aprisiona al germen. Cada acción que emprendemos en pro de esa nueva sociedad la hace más fuerte y al mismo tiempo debilita al viejo orden. Lo que hacemos a este lado de la brecha tiene un efecto al otro lado.

Desde este lado de la brecha podemos los ciudadanos decidir que no queremos dejarnos gobernar más por esos que de maneras ilegítimas se han adueñado de todos los poderes. Nosotros tenemos el poder más grande, solo tenemos que estar conscientes de ello: sin pueblo al que gobernar tampoco habrá gobernantes. Nosotros somos el piso sobre el que ellos se paran. Si les quitamos el piso no tendrán dónde pararse. Ni siquiera tenemos que hacerles la guerra, pues eso les fortalece, solo tenemos que quitarles el lomo. No tenemos que salir a enfrentarlos a la calle, dejémosles el asfalto, que se lo coman si quieren. Ya iremos a la calle a celebrar, cuando se hayan ido, o el último día, para sacarlos. La calle es un fetiche, el poder está en otra parte, está en nosotros mismos, hay que mirar hacia adentro.

Podemos dejar de pagarles impuestos, por ejemplo, para que no nos repriman usando nuestro mismo dinero. Podemos encerrarnos todos en nuestras casas y desde allá adentro sonar nuestras vacías ollas, todos al unísono. Si de todos modos no tenemos nada para comer ¿por qué no tener fines de semana de ayuno y oración? Podemos irnos todos a nuestras iglesias y encerrarnos ahí a orar para que se vayan. Piense usted qué cosas podemos hacer para salir de ellos y háganlas usted y los suyos. No le ponga freno a su imaginación. No es cierto que es ‘o diálogo o guerra’, eso es un invento dirigido a inmovilizarlo a usted y solo sirve a la dictadura y a esos que hoy la apoyan dialogando con ella. Dejemos de dialogar y que sea claro que la dictadura está sola frente a todo un pueblo, entonces vendrá a rogarnos que dialoguemos con ella y les enviaremos un emisario, no para dialogar sino para dictarle las condiciones de su rendición, que es lo que la así llamada ‘Alianza Cívica’ debió hacer desde un principio, cuando la dictadura se encontraba, como ahora, al borde del precipicio.

Un día, más temprano que tarde, la dictadura caerá estrepitosamente y entonces nos sorprenderemos de lo débil que estaba y entenderemos que nos dejábamos asustar con el petate del muerto.

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