domingo, 7 de octubre de 2018

Sapos


El diccionario de la RAE nos dice que ‘Sapo’ es una ‘Voz prerromana, de or. onomat., por el ruido que hace al caer en un charco o en tierra mojada’ y en la primera acepción de la palabra dice que un sapo es ‘1. m. Anfibio anuro de cuerpo rechoncho y robusto, ojos saltones, extremidades cortas y piel de aspecto verrugoso”. Entre otras varias acepciones de la palabra, una de uso muy extendido en Latinoamérica es la de soplón, espía y delator.

En un foro de la lengua española en que alguien preguntaba cómo fue que pasó a utilizarse la palabra sapo como sinónimo de delator, el usuario ‘Rodrigo’ en mi opinión ha dado en el clavo respondiendo así:

“Me parece que debe haber una analogía física y/o de comportamiento entre el animal sapo y el personaje delator, como ocurre con las innumerables referencias zoológicas que se usan como metáfora en el lenguaje cotidiano. Desconozco exactamente cuál es esa analogía, pero me parece que podría deberse a los siguientes rasgos del sapo:

    Su lengua hábil, larga y mortífera. El soplón es un profesional del lenguaje que, igual que los sapos, saca su lengua para hacer daño y después la oculta. La imagen de la lengua (el órgano anatómico) siempre acompaña al mal uso de las palabras: ser deslenguado, irse de lengua, ser/tener lengua larga. Las serpientes y su lengua bífida también entran en este juego pero hacia otra dirección.

    Su croar, especialmente el nocturno. Como la delación, el croar de los sapos se da oculto en una oscuridad que proporciona anonimato. Cuando todos estamos en silencio, hay una voz que canta en algún lugar sin dar la cara.

    Su postura (o actitud): semioculto, algo camuflado, inmóvil para pasar inadvertido. (En esto se diferencian, a mi modo de ver, los sapos de las ranas.).

    Sus ojos. Tengo la idea de que los ojos de los anfibios son grandes y un poco sobresalientes. Los dibujos de sapos típicamente muestran sus ojos como fuera del cajón del cuerpo, y a veces son lo único que sobresale fuera del barro o del agua. Parece como que siempre te estuvieran observando, evaluando a escondidas, tal como los delatores.

Alguno de estos rasgos, o todos juntos, podrían hacer que los delatores fueran identificados con los sapos. Hay que agregar, por supuesto, que los sapos no son para nada unos animales agradables. Tienen mala reputación, provocan repulsión y son (o se cree que son) venenosos”.

Me queda pendiente la tarea de averiguar dónde y cuándo se originó el uso de la palabra para designar soplones y espías, pero podría haberse originado en cualquiera de las dictaduras de latinoamérica en cualquier momento de su historia pues en ellas siempre han existido esos despreciables individuos que vigilan los pasos de sus vecinos, atentos, para denunciarlos a los agentes del régimen, a cualquier manifestación de oposición o independencia de pensamiento. Este uso de la palabra podría incluso haberse originado en otras latitudes.

El sapo nicaragüense se cultivó en cantidades relativamente limitadas bajo la dictadura somocista pues el conocimiento sobre su reproducción no era muy avanzado y la dictadura no parecía necesitar de muchos. En ella mantenían un bajo perfil y se movían en la oscuridad de la noche e intentando pasar desapercibidos. En la década de los 80, en la llamada ‘Revolución Sandinista’, los sapos fueron cultivados a gran escala y pasaron de ser los seres viles y despreciables que hasta entonces habían sido a convertirse en el ejemplo a seguir por quienes aspiraban a convertirse en los ‘hombres nuevos’, la máxima expresión de la raza humana que la ‘revolución’ pretendía crear. Para entonces había multitud de lugares de cultivo de sapos y para multiplicarlos se replicó experiencias que en otros países habían tenido éxito como las granjas llamadas CDS y hasta se intento cultivarlos a través de los sistemas de educación primaria, secundaria y universitaria. Una vez que la llamada ‘revolución’ hubo terminado el sapo regresó a su escondite pues de nuevo volvió a ser considerado como una alimaña que había que aplastar.

Bajo la dictadura Ortegana, en las primeras décadas del S. XXI, la producción de sapos alcanzó su apogeo y se intentó convertir a la población toda, especialmente a los más humildes en sapos del régimen. Fue entonces que el ‘sapo nicaragüensis’ habría de convertirse en la más peligrosa variedad de este animal al experimentar una profunda mutación y adquirir características que hasta entonces sólo había presentado irregularmente, En lugar de moverse a saltitos, su manera usual de trasladarse, pasó a arrastrarse como las serpientes y adquirió, como éstas, la capacidad de morder y de inyectar veneno a sus víctimas. En lugar de denunciar para que otros ejecutaran acciones destinadas a acallar la oposición, empezaron ellos mismos a atacar, hiriendo, torturando y matando. De ser un animal nocturno que se escondía a la vista pasó a ser uno que puede ser visto de día y de noche y en lugar de avergonzarse de su condición hasta se muestra orgulloso de su sapencia. Algunos estudiosos señalan que sus cerebros se han empequeñecido de tal manera que ya no son capaces de pensar por sí mismos y dentro de sus cabezas ahora casi huecas cuentan con una especie de aparato de recepción por medio del cual reciben órdenes que ellos llaman ‘de arriba’. En este sentido son muy similares a esas hormigas a las que un hongo que entra en sus cerebros convierte en zombis.

La foto la saqué de un website de sapos: ahuevo.me/19-de-julio-nicaragua/



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