domingo, 25 de octubre de 2009

Otra vez se le llegó la hora a un dictador


Decía el año pasado, en un post en este mismo blog, que la investidura presidencial no le da a Ortega carta blanca para actuar como mejor le parezca y por el contrario, le manda ─y así lo dice el juramento presidencial─ a cumplir y hacer cumplir la constitución y las leyes de la república. Los límites al poder de cada uno de los poderes del estado están claramente definidos en la constitución y las leyes y cada vez que Ortega las desobedece, faltando a su juramento, se está saltando los límites de su poder, deslegitimándose, poniéndose fuera de la ley, como cualquier salteador de caminos, como cualquier dictador.

Hay dos cosas buenas que resultan de esta torpe movida de Ortega al ordenar a un grupo de “magistrados” de la Corte Suprema de Justicia emitir un remedo de sentencia -que es a todas luces una aberración jurídica- según la cual se le permite, violentando la constitución, presentarse como candidato a la presidencia en las elecciones del año 2011. La primera de esas dos cosas buenas que hay en todo esto, es que ya para todo el mundo es claro que Ortega es un dictador, que en Nicaragua no tenemos ya democracia sino dictadura. La segunda cosa buena es que con esta movida el dictador ha quitado toda legitimidad a su gobierno y ya no es necesario esperar a que termine su período de gobierno para sacarlo. Es una obligación de los nicaragüenses sacudirse esta dictadura así como se sacudió la de los Somoza. Por una cuestión de principios el pueblo de Nicaragua no puede permitirle a Ortega presentarse como candidato a la presidencia. No puede permitirle pasar en este caso por encima de la Carta Magna. Tampoco puede permitirle seguir al frente del gobierno: Ortega debe irse y debe irse ya. Esta ha sido únicamente la gota que rebosa el vaso, el último eslabón de una bien organizada cadena de delitos de la que la víctima es el pueblo nicaragüense.

Un pueblo puede bajarse una dictadura en el momento que mejor le parezca, haya o no haya unos procedimientos jurídicos establecidos. En 1979 faltaban aún dos años al dictador Somoza para terminar su gobierno, aproximadamente el mismo tiempo que le falta al dictador Ortega y nadie siguió entonces unos procedimientos jurídicos para apartarlo del poder. En el único lenguaje que el dictador entendía, el pueblo le ordenó irse. Esta vez será más fácil que entonces porque esta dictadura es mucho más frágil que aquella y este es sólo un remedo de dictador. No nos equivoquemos, sin embargo: el precio será más bajo que entonces, pero no lo sacaremos gratuitamente de esa silla que tanto le gusta. Mientras más inteligentes seamos nosotros más bajo será el precio que pagaremos, pero no podemos pensar que podremos derrocar al dictador sin hacer algunos sacrificios. Este dictador no tiene un ejército regular para reprimir al pueblo, como tenía Somoza, pero tiene en su lugar -cosa increíble en cualquier país civilizado- grupos de criminales armados con los que pretende suplir esa deficiencia. Este dictador no tendrá reparos, como no los tuvo Somoza, de matar a gente inocente con tal de perpetuarse en el poder. El anciano miskito que las turbas orteguistas en complicidad con la policía mataron en Bilwi hace unos días es nada más que el primero de los mártires en esta nueva lucha libertaria.

Es hora de ir pensando qué cosas haremos cuando Ortega y su sombra se hayan ido. Aprovechando la experiencia de hace treinta años, es hora de ir pensando en la integración de una junta de gobierno para hacerse cargo de dirigir el país mientras se celebran unas elecciones limpias y transparentes, organizadas por un órgano diferente que esa monstruosidad que ahora tenemos cuyo único fin es legitimar las acciones del dictador. Yo creo que aún hay justos en Nicaragua capaces de integrar esa junta de gobierno, sanear sus instituciones y llevar el país a tierra firme.

Es hora de ir pensando en las acciones que llevaremos a cabo para reconstruir el país y unir la nación una vez que la dictadura y su orden inicuo de cosas hayan caído. Habrá que ir pensando cómo garantizamos que esta vez no nos desviemos de los caminos democráticos y construyamos al fin una patria digna de la que estemos todos orgullosos.


[Si aún no lo ha dicho, Alemán, el socio del dictador, en algún momento dirá que no hay que temer a Ortega, que hay que enfrentarlo en las elecciones con una oposición unida. Ese es el papel que Ortega le ha asignado hacer ahora y más adelante le encargará desunir a la oposición del mismo modo que lo hizo en las elecciones del 2006. En esta barrida tanto Ortega como Alemán tendrán que irse, no se deje usted engañar de nuevo]

El reclamo de los indígenas (2)


Déjeme hoy hablarle del litoral Caribe nicaragüense y tratar de arrojar un poco de luz sobre lo que allá está ocurriendo. Un post no será suficiente, por supuesto, pero algo es algo y por algún lugar hay que empezar. Tratemos de analizar, usted y yo, lo que allá ocurre y le invito a que después de leer y pensar en este post vaya y busque otras fuentes de información y escuche otras opiniones.

Usted ha oído seguramente que se dice que en el Caribe se anda hablando de independencia y seguramente a usted no le gusta escuchar esta palabra, porque no quiere imaginarse usted que Nicaragua pierda ese enorme y bello territorio. A mí tampoco me gustaría, pero no se preocupe usted, que eso no va a ocurrir y más que movimiento independentista lo que allá está ocurriendo es que los pueblos del Caribe, maltratados como nadie por Ortega y su gobierno que les ha puesto en peligro de extinción, están lanzando al mundo a su manera, una petición de auxilio. Quizá no han utilizado estos pueblos las palabras más adecuadas para expresarse, pero no dejemos que las palabras utilizadas nos impidan percibir qué es lo que allá está ocurriendo en realidad. Déjeme explicarle un poco en este post cómo veo yo que andan las cosas por allá.

Los indígenas del Caribe están hartos -como lo estaría usted en su lugar- de ser vistos y tratados como si únicamente fuesen parte del exótico paisaje, igual que los árboles, los monos y los ríos. Están hartos de ser tratados como si no fuesen gente, como si no fuesen lo que son en realidad: los dueños de las tierras que habitan desde siempre. Están hartos de no ser tomados en cuenta en las decisiones sobre asuntos que son vitales para ellos, si es que han de sobrevivir como personas y como pueblos. No se les toma de ninguna manera en cuenta en las decisiones sobre los recursos que forman la base de su existencia y constituyen su hábitat. Alegre y vorazmente, grupos de extraños venidos de otras partes se apropian de sus tierras, exterminan la fauna, contaminan las aguas, derriban y suben en grandes camiones o barcazas los árboles que pueden vender y queman o dejan pudrirse los otros, dejando a su paso una enorme estela de destrucción. Por más que los indígenas han reclamado, por más que han intentado llamar la atención sobre estas y otras acciones nadie parece escucharles y nadie parece estar interesado en sus asuntos. Son la gente de Ortega -y de su socio Alemán- los que se han apropiado de todos los órganos de gobierno y estas autoridades, que deberían velar por los intereses de los indígenas, que son aquí el pueblo, son en su lugar, cómplices de los que están acabando con todo en el territorio continental y hasta en la plataforma marítima del Caribe. Los indígenas no pintan nada y no tienen vela en su propio entierro.

Seguramente hay otras salidas a la problemática de los indígenas caribeños enfrentados a un gobierno corrupto, ciego y sordo a sus demandas y no sólo esta radical medida -la “independencia”- que es la única que Ortega en su torpeza, en su visión obtusa del mundo y de la vida les ha dejado. Pero los indígenas saben que con Ortega a la cabeza del gobierno allá en Managua no es posible encontrar otra salida. Ortega no negocia, Ortega impone, y al igual que lo hace en el Pacífico, allá en el Caribe utiliza también a grupos de delincuentes armados para acallar las voces de una población humilde y pacífica abandonada a su suerte. Hablemos francamente usted y yo: si usted fuera un indígena del caribe norte usted también soñaría con independizarse de un gobierno que trata este territorio como si fuese una colonia, como si sus habitantes fuesen seres inferiores, como si no fuesen ciudadanos de un mismo país. El gobierno de Ortega ha entrado a saquear el Caribe con prisa y con codicia, como sabiendo que debe hacerlo ahora porque no habrá mañana. Sus representantes -hoy al igual que en su primer gobierno- se comportan como virreyes, como representantes de la corona y reparten a diestra y siniestra los últimos recursos de un territorio otrora rico y que hoy marcha a pasos muy rápidos hacia la desolación.

Ortega no escucha y no escuchará a la población indígena caribeña desesperada. Ni él ni sus representantes se sentarán a dialogar. Ya lo hemos visto en días pasados. En lugar de escuchar a la población ha enviado a las tropas especiales de la policía y a grupos de delincuentes armados a reprimir a la población. En los primeros ataques de los grupos orteguistas a una manifestación pacífica un anciano miskito ha resultado muerto, pero como lo hemos visto en el pasado, a Ortega no le importa cuántos indígenas mueran con tal de imponer su visión del mundo y -ahora- su codicia.

Porque Ortega no escuchará a la población indígena y porque no nos representa en realidad, la sociedad civil del litoral pacífico debería acercarse a las poblaciones indígenas para escuchar qué es lo que tienen que decir y para reafirmarles que Ortega no es Nicaragua, que el pueblo del Pacífico no es enemigo de los pueblos del Caribe. A la mayor brevedad posible, antes de que las cosas se encaminen por un curso de no-retorno, las organizaciones de la sociedad civil deberían conformar y enviar una delegación para enterarse de lo que por aquellos rumbos está ocurriendo en realidad. Esta delegación debería ser el germen para la conformación de una comisión especial de los organismos de la sociedad civil encargada de tratar los asuntos del Caribe.

Mientras tanto, usted no se deje sorprender. No tome aún partido en esto y evite ponerse del lado de los malvados en este problema. No se deje asustar por la palabra independencia, que en su desesperación los indígenas caribeños repiten como un estribillo. Recuerde lo que le he dicho: usted en su lugar probablemente repetiría la palabrita. Esté clara usted de que estos movimientos no ponen en peligro la integridad del territorio como Ortega y sus delincuentes le querrán hacer creer. No es así nomás que en el mundo actual un territorio puede independizarse de otro. Recuerde además que la independencia que los indígenas se plantean, más que independencia del resto de Nicaragua, es independencia de Ortega y que a usted como a ellos, también le gustaría librarse del dictador.

martes, 13 de octubre de 2009

El reclamo de los indígenas



Conociendo como conozco la gente y la historia reciente del caribe nicaragüense, la noticia que leo esta mañana en la versión electrónica del diario La Prensa me para los pelos. Bajo el inapropiado e ingenuo titular “Separatistas del Caribe no desisten de su protesta”, los periodistas Romero y Ubieta nos cuentan que el próximo domingo 18 de octubre, unos 3 mil indígenas desarmados, llevando en sus manos una Biblia y una bandera blanca marcharán, encabezados por un religioso, hacia la Casa de Gobierno de Bilwi para apropiarse de ella pues les pertenece.

Esta es, a mi modo de ver, la amenaza más fuerte hecha al gobierno de Ortega en todo su mandato y puede constituirse en el principio del fin de su dictadura. Déjeme explicarle por qué veo las cosas de este modo.

Lo único que de este alzamiento me sorprende es que ocurra hasta ahora. Esperaba que ocurriera en el primer año del gobierno de Ortega y así lo había anunciado en alguno de mis posts, si mal no recuerdo, pero es claro que el liderazgo indígena, prostituido y comprado por Ortega y Alemán, pudo por un tiempo retardar el movimiento de repudio de la población caribeña autóctona hacia quien con mucha razón consideran su peor enemigo, su enemigo histórico. Déjeme recordarle a usted que nadie trató a los pueblos del caribe como los Ortega en toda la Historia conocida. Nadie, ni siquiera los españoles, ni Zelaya, ni Somoza, nadie. Recuerde usted -pues los indígenas lo recuerdan muy bien- que fue en el Caribe nicaragüense donde Humberto Ortega, entonces jefe del Ejército Popular Sandinista, dio la orden de estrenar las mortíferas BM-21, conocidas como Katiuskas, recién compradas a los soviéticos, bombardeando con ellas poblaciones indígenas. Los indígenas fueron perseguidos y cazados como bestias, arrinconados y aniquilados como animales ponzoñosos, en una línea de actuación calificable como genocidio sobre la que aún habrá que investigar para la Historia. Los que lograron escapar a la muerte fueron sacados de sus aldeas y llevados a “asentamientos”, que eran en la práctica campos de concentración de los que los indígenas tenían prohibido salir. Las aldeas indígenas de un área enorme del caribe, sobre todo aquellas a lo largo del Río Coco, fueron arrasadas hasta sus cimientos. Las viviendas fueron quemadas, los animales masacrados, las fuentes de agua envenenadas, los bosques incendiados, entre otras desquiciadas e inhumanas acciones destinadas a dejar sin posible refugio a quien osase enfrentar al sandinismo triunfante e intolerante de otras formas de ver la realidad y de conducir la existencia.



Ahora los indígenas han decidido recuperar el poder sobre su territorio, hartos de ver como un gobernante ansioso de riqueza y un grupito de codiciosos colaboradores autóctonos esquilman lo que queda de unos recursos que una vez fueron abundantes y destruyen de paso la tierra, las estructuras sociales y la forma de vida de la población. Allá, muy lejos de Managua, un pueblo sumido en la miseria y el atraso le está diciendo NO a Ortega, en una lección de dignidad que ojalá fuese seguida en el resto del país.

Los indígenas caribeños saben muy bien el calibre del enemigo al que ahora se enfrentan, saben qué cosa es posible esperar de Ortega y por lo que puedo intuir están preparados a enfrentarlo y saben bien cómo hacerlo. Por eso van desarmados, pues saben que eso les hace aún más fuertes frente a un tembloroso y cobarde Ortega en un mundo que ya no es el mismo a aquel de la primera vez que lo enfrentaron. Veremos qué mandará Ortega hacer a las numerosas tropas policiales enviadas a aquel lugar que ya tanta sangre humilde ha visto correr.

De cómo Ortega maneja este planteamiento que ahora le presenta la población indígena del caribe dependerá la sobrevivencia de su gobierno. Si, como se verá tentado a hacer, responde a sangre y fuego a una población desarmada, se verá enfrentado, ya lo verá usted, no sólo a la población caribeña sino al país entero, si el país es capaz de entender entonces que el problema no son los indígenas sino Ortega mismo. La comunidad internacional, también lo verá usted, no se quedará quieta viendo cómo se ataca a unas etnias ya suficientemente sufridas. El débil gobierno de Ortega, que sólo sobrevive gracias a la debilidad de una parte de la oposición y la complicidad de otra parte, se vendrá al suelo como un castillo de naipes frente a un pueblo que le repudia.

Para los indígenas este levantamiento desarmado es un asunto de vida o muerte, la única salida que le ha dejado un gobierno corrupto, ciego, sordo y mudo a las aspiraciones de una población que busca vivir en paz y desea que los recursos de su territorio sirvan para mejorar las condiciones de vida de la gente y no sólo para enriquecer a un ya muy rico enemigo que le odia y le desprecia allá en su mansión a cientos de kilómetros de distancia.



Ojalá usted que lee esto sea capaz de ver más allá de las etiquetas que gente bien intencionada y otra con malas intenciones le está poniendo y le pondrá a esta acción de los indígenas caribeños. No se trague usted las etiquetas de “separatistas”, “independentistas” o cualquiera otra que le quieran presentar. Cuando le cuenten el cuento de lo que está pasando y de lo que pasará el domingo trate usted de ver lo que hay detrás de las palabras, quizá se sorprenderá de lo que encuentra y quizá usted también sacará su Biblia y su bandera blanca y exigirá como los indígenas el derecho a elegir a sus propias autoridades.

Nota: las fotos que acompañan este texto sirven nada más para fines ilustrativos, no tienen relación alguna con el texto y son de la autoría de esecrebond y se publican aquí bajo una licencia de Creative Commons. Estas y otras fotos de este autor pueden encontrarse en su página en flickr en http://www.flickr.com/photos/esecre/

Vaya para esecrebond mi profundo agradecimiento por el permiso tácito de usar sus hermosas fotos.