Para
quienes no tienen presos entre sus familiares más cercanos es fácil
opinar sobre la suerte de ellos. Quienes no tenemos presos
(aunque estos realmente son nuestros presos, de usted y de mí) no
podemos saber el dolor que sienten sus familias ni imaginar
el cúmulo de ideas y emociones que en estos momentos les poseen.
Yo
tengo la foto de Amaya Eva Coppens debajo del monitor de mi
computadora. Es esa foto de la blusa a cuadros en que aparece
sonriendo, desafiante, fresca, mientras las policías que la retienen
se miran afligidas, quizás porque entienden que son ellas las presas
y no Amaya, que aunque prisionera es más libre que sus captoras,
pues nada puede apresar un espíritu libre como el viento. Esa foto
me la dio Diego, su hermano, en Amsterdam, donde lo conocí llevando
la lucha por la liberación de los presos –no sólo de su hermana–
a todos los lugares que están a su alcance. Cuando mis hijas
adolescentes me preguntan quién es esa muchacha, les cuento con
orgullo –como si Amaya fuese mi hija también– las cosas que en
estos meses he sabido de ella, y mis hijas se impresionan pues no
otra cosa puede uno hacer sino impresionarse por su valentía y su
heroísmo. Me duele, como le duele a muchos, la prisión de esta
joven y la de tantas gentes. Pero es a las familias de los presos a
quienes esto duele más y sus opiniones deben ser escuchadas.
Decía
que para quienes no tenemos presos, es fácil opinar sobre
ellos. ‘Que los suelten a todos, si no, no puede haber diálogo’ decimos. Yo mismo lo he dicho. Pero sabemos que el dictador no quiere
hacer eso, que precisamente ha acumulado rehenes –pues no otra
cosa son– para utilizarlos como piezas de negociación, para
cambiarlos por impunidad para él y los suyos, entre otras cosas que
quiere conseguir. No quiere soltar a sus rehenes sin obtener nada a
cambio. Sin los rehenes, el dictador se queda sin buena parte de sus
fichas. Si ahora decimos que no dialogaremos si no los suelta
primero, nos va a echar a pelear a los unos contra los otros. Dirá
‘¿vieron? Yo quiero soltarlos pero los negociadores son
intransigentes, son ellos, los negociadores, quienes no quieren que
salgan los presos’. Eso y muchas cosas más dirá para confundir,
para dividir. Sabe bien que solo puede vencernos si nos divide.
Nosotros, aquellos que tenemos presos y los que no, debemos estar
unidos, de acuerdo. Para las familias de los presos,
que han vivido meses terribles, dolorosos y que desean la liberación
de los suyos a veces del modo que sea, este es un momento muy difícil
y saber qué pensar y qué camino seguir es un proceso angustioso,
lleno de incertidumbre, de dudas.
Yo
pienso que no puede haber negociación si antes no sueltan a los
presos políticos, a los rehenes de la dictadura y que para los presos mismos esta es la mejor manera de ser liberados.
Me explico:
1.
Los presos solo hacían uso de su derecho a protestar y no han
cometido delito. Parece una tontería repetir esto pues si alguien no
ha cometido delito no tiene nada que estar haciendo en una cárcel,
pero esta dictadura es descabellada y ocurren cosas que normalmente
sólo ocurren en obras de ficción.
2.
Aceptar negociar la liberación de los presos es legitimar su
detención, es dar la razón al régimen, es admitir que son
delincuentes y ya sabemos que no lo son. Si negociamos, estaremos
diciendo que es cierto, que eran ‘golpistas’, que fueron
justamente detenidos.
3.
Aceptar negociar los presos y dar a cambio concesiones al régimen
que le permitan respirar, es traicionar la lucha de los presos. Ellos
han luchado para salir de la dictadura, no podemos ahora utilizarlos
para extender la vida de ésta.
4.
Si no son liberados sin condición alguna no serán libres en
realidad. Podrán –y serán– detenidos de nuevo cuando le dé la
gana al dictador. Quedarán fichados como criminales.
5.
Si los presos salieran después de una negociación se vería como
que Ortega nos ha hecho un favor y todos sabemos que no es así, que
es un criminal, que no tenía por qué matar y apresar a gente
inocente.
6.
Por más que quiera hacernos pensar otra cosa, el dictador está
contra la pared y tendrá que liberarlos sin condición pues él, más
que nosotros, necesita del diálogo para mantenerse con vida.
Literalmente. No tiene otra opción. Su única esperanza es que nos
dejemos ‘meter el mono’ y creer que en realidad está fuerte, que
en realidad está en capacidad de negociar la libertad de los
rehenes. 7. Por último, si pudiéramos preguntarle a los presos qué
opinan ellos, creo que dirían que deben ser liberados antes de
cualquier negociación, que ellos no son fichas del dictador.
Los
presos deben ser liberados inmediatamente y sin condiciones.