‘Wishful thinking’ llaman en inglés a eso que ocurre cuando uno
confunde la realidad con sus deseos y cree que las cosas son del modo
en que le gustaría que fuesen, pero no son así. Alguien pensará
que cuando digo que Ortega es un muerto andante y su dictadura es de
papel estoy confundiendo la realidad con mis deseos, que la fumé
verde y estoy alucinando. Voy a exponerle mis ideas para que vea
usted por qué pienso como pienso. Vamos a pelar esta cebolla capa
por capa. Lo que le voy a decir lo han dicho más gentes seguramente
pero no está de más repetirlo. [En realidad hay que repetir estas
cosas, para no perder la visión]
Ortega
está solo. Mire que ahora que el pueblo se le alzó nadie salió a
defenderlo, ni siquiera aquellos que han recibido sus limosnas.
Claro, salieron los sicarios a matar gente de modo indiscriminado,
pero esos no cuentan, esos son, la palabra lo dice: asesinos a
sueldo. Ninguno de los que según el grupo de mafiosos del así
llamado ‘Consejo Supremo Electoral’ votaron por Ortega en las
pasadas elecciones salió a dar la cara por él y a enfrentarse a
quienes osaban desafiar a ‘su líder’. Si fuese cierto que Ortega
tiene tantos seguidores como quiere hacernos creer, ¿cómo es que
ninguno de ellos sacó la cara por él en estos días? ¿cómo es que tuvo que contratar mercenarios? Nadie lo
quiere y por eso tiene que comprar caricias, de criminales en este
caso, de sus sicarios.
Para
conseguir concurrencia a las manifestaciones que ha organizado en los
últimos tiempos, el Orteguismo, como Somoza antes, ha tenido que
recurrir a forzar bajo amenaza a los empleados públicos a acudir a
ellas y al igual que hicieran los Somoza ha tenido que acarrear a
gente pobre de todo el país ofreciéndoles un paseo a la capital con
boleto pagado de ida y vuelta, fiesta, guaro, nacatamal y unos
bollitos, que en estos aciagos tiempos no vienen mal.
En el ámbito internacional Ortega
está aislado y así se quedará. Como a un apestado todos se le
apartan. Sólo han quedado de su lado, condicionalmente, aquellos que
no cuentan, los otros apestados del continente: Venezuela y Bolivia.
Hasta Luis Almagro que hasta hace poco parecía tenerle cierta estima
se ha ido ruidosamente, para que todo el mundo lo viera, al otro
lado.
Nadie
cree lo que dice, ni dentro ni fuera del país, ninguna organización
internacional, ningún gobierno, nadie. Ni la Unión Europea, ni el
gobierno estadounidense, ni la ONU ni la OEA. Nadie, absolutamente
nadie. Como el emperador del cuento aquel, Ortega está desnudo y sus
miserias están expuestas a la vista del mundo. Nadie le cree, aunque
llame mentirosas a personas y organizaciones de reconocida
credibilidad. Para todos es claro que quien miente es Ortega, que su
cuento es compĺetamente falso.
El
ruido es ensordecedor y no lo deja dormir. No lo deja vivir. Por más
que quiera tapar sus oídos, desde fuera y dentro del país el clamor
porque pare la represión, porque se vaya, porque adelante las elecciones
es atronador.
Sus
esperanzas se desvanecen. Ortega pensó enamorar a Trump por esa
extraña fascinación que éste tiene por los autócratas, por los
‘hombres fuertes’ y desde Fox News le hizo ojitos, pero a Trump
no le gustan los derrotados, los ‘losers’, los que van camino al
basurero de la historia, menos aún si vienen de un pequeño país
del tercer mundo.
Como
la cabeza de una víbora que después de haber sido separada del
cuerpo de un machetazo es aún capaz de matar, Ortega, aún
derrotado, es peligroso y como hemos podido ver en estos días,
continúa matando. No hay que quitar la vista de la cabeza cortada de
la víbora, no hay que dejar que nos clave los colmillos. Que Ortega
está derrotado no quiere decir que ha sido neutralizado. Se
encuentra entre la espada y la pared pero incluso un gallo viejo y
artrítico, desplumado y sin navajas, es aún capaz de hacer daño
cuando se encuentra arrinconado. Aún falta darle el golpe mortal.
Pronto
se quedará sin armas ni municiones. El ejército, quiero creer que
de mala gana, fue cómplice suyo en la pasada insurrección no
violenta del pueblo y se hizo de la vista gorda mientras las hordas
criminales orteganas masacraban a la población desarmada. Los
paramilitares existen porque el ejército lo permite. Pero los
generales tienen sus propios intereses y no se inmolarán con el
dictador y se irán del lado del pueblo cuando éste se muestre como
el caballo ganador, cuando presente una salida aceptable, o cuando
desde fuera les obliguen a abandonar a Ortega. Puestos a escoger
entre su propia existencia y la de Ortega, los militares lo
repudiarán y le escupirán en el rostro. Con el ejército dándole
la espalda al dictador y haciéndose del lado del pueblo, los
paramilitares se evaporarán como las aguas de los charcos en el
calcinante sol del mediodía tropical.
(La foto del inicio es de La Prensa, diario nicaragüense)
(La foto del inicio es de La Prensa, diario nicaragüense)