martes, 24 de noviembre de 2009

El sí de las bellas


Las mujeres bellas me han fascinado siempre, desde pequeñito, y allá, en los primeros años de la adolescencia, me atreví incluso a enamorarlas. Para entonces tenía un primo que observaba mis inútiles esfuerzos con las bellas y me bajaba de vez en cuando a la realidad con una lógica que no admitía reparos. Un día que estábamos sentados en una banca del parque Carazo, allá en Rivas, vimos pasar a la más linda de todas las jovencitas del pueblo, que amable como era nos saludó al pasar. Le conté a mi primo que estaba enamorado de ella y hasta le mostré los poemas que le había escrito y le había estado haciendo llegar secretamente, como hacían los héroes de las novelas francesas y rusas que entonces empezaba yo a leer. Mi primo, que no sabía de sutilezas me lanzó una pregunta que jamás olvidé.

-¿Qué vas a hacer si esa niña, de pura casualidad o pura suerte te para bola? -me dijo y yo habré puesto una cara de idiota porque él siguió martillándome el cerebro con sus preguntas.

-¿Si te pronto ella te dijera que sí, qué vas a hacer entonces? ¿lo has pensado? Suponiendo que te prefiera a vos, todo flaquito, hecho mierda y palmado y no a sus enamorados ricos y guapos y te diga que sí ¿cuál será entonces tu siguiente paso? Pensalo, pensalo bien primito -me dijo y desde entonces la pienso dos veces antes de flirtear con las bellas o lanzarme a empresas audaces, porque ¿y si tengo éxito? ¿seré capaz de hacer frente a lo que se me vendrá encima?

Le cuento esto porque quiero ahora hacer con usted un pequeño ejercicio. Usualmente repudio los ejercicios intelectuales del tipo “qué hubiera pasado si...” por considerarlos inútiles, pues las cosas que ocurrieron ya ocurrieron y no es ni era posible hacerlas ocurrir de otro modo, pero en este caso voy a hacer una excepción pues no encuentro otra manera de decir lo que quiero decir. Supongamos pues que la marcha del día 21 recién pasado hubiera tenido el más grande de los éxitos. Soñemos que el pueblo todo, harto de la dictadura sale a la calle y allá se queda hasta que el dictador, sin apoyo de nadie, se ve forzado a renunciar y se va para Venezuela, con su esperpento y su prole, como el caimán que se fue para Barranquilla. Sigamos suponiendo y supongamos que las organizaciones de la sociedad civil, los partidos políticos y todo quien pueda tener vela en este entierro logran ponerse de acuerdo y se organiza una junta de gobierno y un gabinete de reconstrucción nacional, encargado de conducir el país hasta el momento en que se celebrarían unas nuevas elecciones.

Claro que las cosas mejorarían, como mejoraron en julio del 79, en el momento en que se fue Somoza y como mejoraron el 25 de febrero, la primera vez que el pueblo le dijo no a Ortega en unas elecciones libres. Después de Somoza cualquier cosa, decíamos en el 79 y fue cierto por algún tiempo. Después de Ortega también era mejor cualquier cosa y lo fue también por un muy corto tiempito. En ambos casos, en 1979 y en 1990 fuimos incapaces de construir la democracia, de construir un país que sea mejor que una dictadura de derecha o una dictadura de unos cuantos en nombre de un invisible e inexistente proletariado. Fuimos incapaces de escapar a la maldición que parece acompañarnos y condenarnos a viajar permanentemente en círculos para volver cada cierto tiempo al mismo punto de partida, cada vez más pobres, cada vez más tristes, cada vez más hastiados de este descenso permanente. Tenemos un país en el que nos hemos venido cagando los unos y los otros, nosotros y no otros, hasta convertirlo en el paisito que ahora es. La nación jamás hemos podido construirla, por más que lo juremos y lo perjuremos y a casi dos siglos de independencia seguimos siendo los mismos que políticamente éramos entonces. Nuestros timbucos y calandracas han viajado en el tiempo sin que el tiempo les transforme.

Pero este es un post alegre, con el que pretendo animarle a usted, así que regresemos al punto que nos ocupa. Hasta ahora hemos dejado en manos de los políticos la construcción de nuestra sociedad y ellos, ya lo hemos visto repetidamente en estos doscientos años transcurridos desde que España nos heredara este país, han fracasado estrepitosamente. Nuestros políticos no pueden ni quieren construir un país democrático porque en una democracia real y no falsificada como la nuestra, el tipo de político que tenemos no sobreviviría ni un solo día. Nuestros pequeños hombres políticos, nuestros gallitos de pelea, nuestros machitos y machines no tienen cabida en una sociedad democrática. Por ello, Ortega y Alemán, conscientes de su pequeña estatura, acomplejados, pero además malvados y enormemente ambiciosos de riquezas para llenar con ellas sus enormes vacíos, construyeron este esperpento de organización de la sociedad que ahora tenemos, tan alejado de un sistema democrático como la tierra lo está del sol.

Así que, piense: ¿qué haremos cuando el país nos diga que sí? ¿qué haremos cuando Ortega y Alemán desaparezcan del panorama, pateados por la pata rajada del pueblo? ¿qué sociedad habremos de construir? ¿cómo serán nuestras instituciones? Es necesario que vayamos pensando en estas cosas y vayamos actuando desde ya en consecuencia porque el sí de esta bella lo escucharemos dentro de muy poco tiempo, ya lo verá usted y hay que estar preparados. Para entonces debemos saber bien qué cosas vamos a hacer para que esta vez no regresemos como siempre al fondo del barril. Esta vez debemos involucrarnos todos, esta tarea es demasiado seria para dejársela a nuestros incapaces políticos. En mis próximos posts continuaré hablando con usted de estas cosas.

La foto pertenece a Jorge Mejía y se usa acá bajo la licencia Creative Commons 2.0. Para otras fotos del mismo autor sobre la marcha del dia 21/11 le recomiendo visitar la galería que el autor ha creado en flickr

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Bastará un empujón


Es la noche del martes 17 cuando esto escribo, madrugada del miércoles 18. No he podido dormir pensando en el paisito y me he levantado de la cama a ocuparme de lleno en estos pensamientos, aceptando que esta noche la preocupación no me dejará dormir. A casi diez mil kilómetros de distancia y diez años de haber salido del pequeño país nuestro, las cosas que allá ocurren me siguen doliendo, como si sólo estuviera a la vuelta de la esquina y como si apenas hubiese salido ayer. Hasta ahora no he dicho nada sobre lo que por allá está pasando en estos días porque lo que podría decir es que hay que ir hasta el fondo y siento que estando acá lejos, en la seguridad que me brinda la distancia, no es correcto pedir a otros que hagan cosas que uno no hará, por las razones que sean. El año pasado para estas mismas fechas estuvimos en la misma situación y entonces sí podía yo hacer un llamado a la acción pues en aquel momento estaba yo mismo en el ojo de la tormenta, haciendo lo que pedía a otros hacer. Desde este mismo blog le llamaba a usted a rebelarse contra el fraude.

Si yo estuviera en Nicaragua yo iría a la marcha del sábado 21 así como fui a la marcha que el año pasado frustraron las fuerzas armadas antidemocráticas del orteguismo. Yo creo en lo personal -y ya le explicaré esto más adelante- que hay otras formas de lucha más eficientes que esta marcha, pero ya que se ha convocado hay que acudir a ella, hay que hacerla bien y quién sabe, quizá estoy equivocado y esta marcha es en este momento lo mejor que se puede hacer. Sueño con que esta marcha baste para bajarse al dictador.

Es terrible que en pleno siglo veintiuno haya un tirano dispuesto a mutilar y a matar a su pueblo para evitar que se manifieste, porque tiene miedo que de ese modo se empiece a frustrar su deseo de continuar en el poder para seguir enriqueciéndose él y su familia. Pobre hombre, la codicia le ciega y para conservar y seguir haciendo sus millones de dólares no le importa matar a su pueblo de hambre, a pedradas y a morterazos. Me pregunto que dirían su padre, que lucho toda su vida contra la dictadura y su hermano Camilo, que luchó hasta la muerte contra el último de los Somoza. Seguro que se estarán dando vueltas en sus tumbas.

Hace un año decía yo que esta dictadura es frágil y que se encontraba en alitas de cucaracha: a punta de caer, quería decir. Un año más tarde la dictadura está más débil que nunca y bastará un empujón de una buena parte del pueblo para terminar de derrumbarla. Un empujón firme y decidido.

Ortega es un cobarde. No otra cosa puede ser alguien que protegido por las sombras de la noche y abrigado en el poder es capaz de entrar a la habitación de su hija de once años para agredirla sexualmente. No, no me diga usted que yo estoy mezclando las cosas. No soy yo quien las mezcló sino Ortega y su mujer, su cómplice, capaz de vender a su propia hija por las trece monedas del poder. Porque es un cobarde y tiene pánico el dictador ha llevado las cosas hasta este punto, arrinconando al pueblo de tal modo que ya no le ha dejado más salida que la rebelión pues hasta los animales más inofensivos, al encontrarse acorralados se rebelan y se enfrentan con uñas y dientes a quien les acorrala. Ortega intenta ahora con el pueblo el mismo truco que empleara para someter a su pequeña hija, inmovilizándola a través del terror. La única diferencia es que este pueblo es otra cosa que una niña de once años.

Déjeme hablarle un poco más de la debilidad de la dictadura. Déjeme decirle una cosa que no creo que alguien le haya dicho aún: no me cabe la menor duda que en circunstancias similares el ejército de Nicaragua actuaría de la misma manera que lo hizo el ejército hondureño en el caso de Zelaya. Los altos mandos del ejército nicaragüense desprecian a Ortega, muchos de ellos le odian incluso porque ha destruido y pervertido una institución, el FSLN, por la que ellos lucharon con las armas en la mano y construyeron con su sangre y su sudor desde la época de la dictadura de Somoza. Los mandos del ejército toleran a Ortega del mismo modo que toleraron antes a Chamorro, Alemán y Bolaños. Los toleran porque es lo que el pueblo nicaragüense escogió para gobernarle. Hasta ahora el pueblo de Nicaragua hizo la escogencia por medio de elecciones, pero una rebelión popular es también una manera de escoger y los mandos militares aceptarán esta escogencia. Puestos a decidir entre ser leales a Ortega o ser leales al pueblo, el ejército se inclinará hacia el pueblo. A diferencia del último de los Somoza, Ortega no tiene ejército.

El ejército, junto con la policía son las dos instituciones que aún no han caído bajo el control de Ortega. Son las únicas instituciones independientes que quedan aún y si en el ejército los mandos desprecian a Ortega, en la policía una buena parte de los mandos lo aborrecen por las mismas razones que los militares, pero además porque Ortega ha tratado a la policía como se trata al trapito de agarrar la olla. Si hasta ahora la policía ha actuado como ha actuado ha sido porque la balanza hasta ahora se ha inclinado hacia Ortega, en el momento que la balanza se incline hacia el pueblo, la policía acompañará al pueblo.

No es tarea de la policía ni del ejército bajarse al dictador. Esa es la tarea del pueblo, a la hora que el pueblo decida que ha llegado el momento de despacharlo y las organizaciones de la sociedad civil y los partidos políticos se pongan de acuerdo en una manera de gobernar y de volver a la institucionalidad, el ejército y la policía estarán del lado del pueblo y apoyarán al nuevo gobierno. Esto por supuesto, no se lo puede decir a usted así de claro el jefe del ejército ni la jefa de la policía, pero su actuación lo ha venido diciendo hasta ahora.

Hay que estar claros que de lo que se trata ahora no es de combatir la reelección: la lucha se ha convertido ya en lucha de liberación. Ahora se trata de sacar al dictador y organizar un gobierno de unidad nacional del que deberán estar excluidas las familias Ortega y Alemán y los miembros principales de los partidos FSLN y PLC. Cuando Ortega traspasó los límites que la constitución y las leyes claramente le demarcan, se convirtió en un proscrito y perdió el derecho de ocupar el cargo para el que fue electo. El gobierno de Ortega es ilegítimo. Es hora ya de empezar a conformar ese gobierno de unidad nacional y de empezar a pensar cómo nos organizaremos ahora que haya caído el dictador. No, no estoy yendo demasiado lejos, ya verá usted que el tiempo me dará la razón.

La del sábado no será una jornada fácil, no será un paseíto pero mientras más gente acuda o intente acudir menos difícil será. Ni modo, es terrible, es doloroso, que tenga la población que marchar exponiéndose a la furia de los grupos criminales del dictador, pero habrá que hacer este esfuerzo si queremos tener país. El dictador no nos deja más salida que enfrentarlo de este modo. Espero que una sombra protectora cubra a los marchistas y ciegue y confunda a sus agresores.

domingo, 25 de octubre de 2009

Otra vez se le llegó la hora a un dictador


Decía el año pasado, en un post en este mismo blog, que la investidura presidencial no le da a Ortega carta blanca para actuar como mejor le parezca y por el contrario, le manda ─y así lo dice el juramento presidencial─ a cumplir y hacer cumplir la constitución y las leyes de la república. Los límites al poder de cada uno de los poderes del estado están claramente definidos en la constitución y las leyes y cada vez que Ortega las desobedece, faltando a su juramento, se está saltando los límites de su poder, deslegitimándose, poniéndose fuera de la ley, como cualquier salteador de caminos, como cualquier dictador.

Hay dos cosas buenas que resultan de esta torpe movida de Ortega al ordenar a un grupo de “magistrados” de la Corte Suprema de Justicia emitir un remedo de sentencia -que es a todas luces una aberración jurídica- según la cual se le permite, violentando la constitución, presentarse como candidato a la presidencia en las elecciones del año 2011. La primera de esas dos cosas buenas que hay en todo esto, es que ya para todo el mundo es claro que Ortega es un dictador, que en Nicaragua no tenemos ya democracia sino dictadura. La segunda cosa buena es que con esta movida el dictador ha quitado toda legitimidad a su gobierno y ya no es necesario esperar a que termine su período de gobierno para sacarlo. Es una obligación de los nicaragüenses sacudirse esta dictadura así como se sacudió la de los Somoza. Por una cuestión de principios el pueblo de Nicaragua no puede permitirle a Ortega presentarse como candidato a la presidencia. No puede permitirle pasar en este caso por encima de la Carta Magna. Tampoco puede permitirle seguir al frente del gobierno: Ortega debe irse y debe irse ya. Esta ha sido únicamente la gota que rebosa el vaso, el último eslabón de una bien organizada cadena de delitos de la que la víctima es el pueblo nicaragüense.

Un pueblo puede bajarse una dictadura en el momento que mejor le parezca, haya o no haya unos procedimientos jurídicos establecidos. En 1979 faltaban aún dos años al dictador Somoza para terminar su gobierno, aproximadamente el mismo tiempo que le falta al dictador Ortega y nadie siguió entonces unos procedimientos jurídicos para apartarlo del poder. En el único lenguaje que el dictador entendía, el pueblo le ordenó irse. Esta vez será más fácil que entonces porque esta dictadura es mucho más frágil que aquella y este es sólo un remedo de dictador. No nos equivoquemos, sin embargo: el precio será más bajo que entonces, pero no lo sacaremos gratuitamente de esa silla que tanto le gusta. Mientras más inteligentes seamos nosotros más bajo será el precio que pagaremos, pero no podemos pensar que podremos derrocar al dictador sin hacer algunos sacrificios. Este dictador no tiene un ejército regular para reprimir al pueblo, como tenía Somoza, pero tiene en su lugar -cosa increíble en cualquier país civilizado- grupos de criminales armados con los que pretende suplir esa deficiencia. Este dictador no tendrá reparos, como no los tuvo Somoza, de matar a gente inocente con tal de perpetuarse en el poder. El anciano miskito que las turbas orteguistas en complicidad con la policía mataron en Bilwi hace unos días es nada más que el primero de los mártires en esta nueva lucha libertaria.

Es hora de ir pensando qué cosas haremos cuando Ortega y su sombra se hayan ido. Aprovechando la experiencia de hace treinta años, es hora de ir pensando en la integración de una junta de gobierno para hacerse cargo de dirigir el país mientras se celebran unas elecciones limpias y transparentes, organizadas por un órgano diferente que esa monstruosidad que ahora tenemos cuyo único fin es legitimar las acciones del dictador. Yo creo que aún hay justos en Nicaragua capaces de integrar esa junta de gobierno, sanear sus instituciones y llevar el país a tierra firme.

Es hora de ir pensando en las acciones que llevaremos a cabo para reconstruir el país y unir la nación una vez que la dictadura y su orden inicuo de cosas hayan caído. Habrá que ir pensando cómo garantizamos que esta vez no nos desviemos de los caminos democráticos y construyamos al fin una patria digna de la que estemos todos orgullosos.


[Si aún no lo ha dicho, Alemán, el socio del dictador, en algún momento dirá que no hay que temer a Ortega, que hay que enfrentarlo en las elecciones con una oposición unida. Ese es el papel que Ortega le ha asignado hacer ahora y más adelante le encargará desunir a la oposición del mismo modo que lo hizo en las elecciones del 2006. En esta barrida tanto Ortega como Alemán tendrán que irse, no se deje usted engañar de nuevo]

El reclamo de los indígenas (2)


Déjeme hoy hablarle del litoral Caribe nicaragüense y tratar de arrojar un poco de luz sobre lo que allá está ocurriendo. Un post no será suficiente, por supuesto, pero algo es algo y por algún lugar hay que empezar. Tratemos de analizar, usted y yo, lo que allá ocurre y le invito a que después de leer y pensar en este post vaya y busque otras fuentes de información y escuche otras opiniones.

Usted ha oído seguramente que se dice que en el Caribe se anda hablando de independencia y seguramente a usted no le gusta escuchar esta palabra, porque no quiere imaginarse usted que Nicaragua pierda ese enorme y bello territorio. A mí tampoco me gustaría, pero no se preocupe usted, que eso no va a ocurrir y más que movimiento independentista lo que allá está ocurriendo es que los pueblos del Caribe, maltratados como nadie por Ortega y su gobierno que les ha puesto en peligro de extinción, están lanzando al mundo a su manera, una petición de auxilio. Quizá no han utilizado estos pueblos las palabras más adecuadas para expresarse, pero no dejemos que las palabras utilizadas nos impidan percibir qué es lo que allá está ocurriendo en realidad. Déjeme explicarle un poco en este post cómo veo yo que andan las cosas por allá.

Los indígenas del Caribe están hartos -como lo estaría usted en su lugar- de ser vistos y tratados como si únicamente fuesen parte del exótico paisaje, igual que los árboles, los monos y los ríos. Están hartos de ser tratados como si no fuesen gente, como si no fuesen lo que son en realidad: los dueños de las tierras que habitan desde siempre. Están hartos de no ser tomados en cuenta en las decisiones sobre asuntos que son vitales para ellos, si es que han de sobrevivir como personas y como pueblos. No se les toma de ninguna manera en cuenta en las decisiones sobre los recursos que forman la base de su existencia y constituyen su hábitat. Alegre y vorazmente, grupos de extraños venidos de otras partes se apropian de sus tierras, exterminan la fauna, contaminan las aguas, derriban y suben en grandes camiones o barcazas los árboles que pueden vender y queman o dejan pudrirse los otros, dejando a su paso una enorme estela de destrucción. Por más que los indígenas han reclamado, por más que han intentado llamar la atención sobre estas y otras acciones nadie parece escucharles y nadie parece estar interesado en sus asuntos. Son la gente de Ortega -y de su socio Alemán- los que se han apropiado de todos los órganos de gobierno y estas autoridades, que deberían velar por los intereses de los indígenas, que son aquí el pueblo, son en su lugar, cómplices de los que están acabando con todo en el territorio continental y hasta en la plataforma marítima del Caribe. Los indígenas no pintan nada y no tienen vela en su propio entierro.

Seguramente hay otras salidas a la problemática de los indígenas caribeños enfrentados a un gobierno corrupto, ciego y sordo a sus demandas y no sólo esta radical medida -la “independencia”- que es la única que Ortega en su torpeza, en su visión obtusa del mundo y de la vida les ha dejado. Pero los indígenas saben que con Ortega a la cabeza del gobierno allá en Managua no es posible encontrar otra salida. Ortega no negocia, Ortega impone, y al igual que lo hace en el Pacífico, allá en el Caribe utiliza también a grupos de delincuentes armados para acallar las voces de una población humilde y pacífica abandonada a su suerte. Hablemos francamente usted y yo: si usted fuera un indígena del caribe norte usted también soñaría con independizarse de un gobierno que trata este territorio como si fuese una colonia, como si sus habitantes fuesen seres inferiores, como si no fuesen ciudadanos de un mismo país. El gobierno de Ortega ha entrado a saquear el Caribe con prisa y con codicia, como sabiendo que debe hacerlo ahora porque no habrá mañana. Sus representantes -hoy al igual que en su primer gobierno- se comportan como virreyes, como representantes de la corona y reparten a diestra y siniestra los últimos recursos de un territorio otrora rico y que hoy marcha a pasos muy rápidos hacia la desolación.

Ortega no escucha y no escuchará a la población indígena caribeña desesperada. Ni él ni sus representantes se sentarán a dialogar. Ya lo hemos visto en días pasados. En lugar de escuchar a la población ha enviado a las tropas especiales de la policía y a grupos de delincuentes armados a reprimir a la población. En los primeros ataques de los grupos orteguistas a una manifestación pacífica un anciano miskito ha resultado muerto, pero como lo hemos visto en el pasado, a Ortega no le importa cuántos indígenas mueran con tal de imponer su visión del mundo y -ahora- su codicia.

Porque Ortega no escuchará a la población indígena y porque no nos representa en realidad, la sociedad civil del litoral pacífico debería acercarse a las poblaciones indígenas para escuchar qué es lo que tienen que decir y para reafirmarles que Ortega no es Nicaragua, que el pueblo del Pacífico no es enemigo de los pueblos del Caribe. A la mayor brevedad posible, antes de que las cosas se encaminen por un curso de no-retorno, las organizaciones de la sociedad civil deberían conformar y enviar una delegación para enterarse de lo que por aquellos rumbos está ocurriendo en realidad. Esta delegación debería ser el germen para la conformación de una comisión especial de los organismos de la sociedad civil encargada de tratar los asuntos del Caribe.

Mientras tanto, usted no se deje sorprender. No tome aún partido en esto y evite ponerse del lado de los malvados en este problema. No se deje asustar por la palabra independencia, que en su desesperación los indígenas caribeños repiten como un estribillo. Recuerde lo que le he dicho: usted en su lugar probablemente repetiría la palabrita. Esté clara usted de que estos movimientos no ponen en peligro la integridad del territorio como Ortega y sus delincuentes le querrán hacer creer. No es así nomás que en el mundo actual un territorio puede independizarse de otro. Recuerde además que la independencia que los indígenas se plantean, más que independencia del resto de Nicaragua, es independencia de Ortega y que a usted como a ellos, también le gustaría librarse del dictador.

martes, 13 de octubre de 2009

El reclamo de los indígenas



Conociendo como conozco la gente y la historia reciente del caribe nicaragüense, la noticia que leo esta mañana en la versión electrónica del diario La Prensa me para los pelos. Bajo el inapropiado e ingenuo titular “Separatistas del Caribe no desisten de su protesta”, los periodistas Romero y Ubieta nos cuentan que el próximo domingo 18 de octubre, unos 3 mil indígenas desarmados, llevando en sus manos una Biblia y una bandera blanca marcharán, encabezados por un religioso, hacia la Casa de Gobierno de Bilwi para apropiarse de ella pues les pertenece.

Esta es, a mi modo de ver, la amenaza más fuerte hecha al gobierno de Ortega en todo su mandato y puede constituirse en el principio del fin de su dictadura. Déjeme explicarle por qué veo las cosas de este modo.

Lo único que de este alzamiento me sorprende es que ocurra hasta ahora. Esperaba que ocurriera en el primer año del gobierno de Ortega y así lo había anunciado en alguno de mis posts, si mal no recuerdo, pero es claro que el liderazgo indígena, prostituido y comprado por Ortega y Alemán, pudo por un tiempo retardar el movimiento de repudio de la población caribeña autóctona hacia quien con mucha razón consideran su peor enemigo, su enemigo histórico. Déjeme recordarle a usted que nadie trató a los pueblos del caribe como los Ortega en toda la Historia conocida. Nadie, ni siquiera los españoles, ni Zelaya, ni Somoza, nadie. Recuerde usted -pues los indígenas lo recuerdan muy bien- que fue en el Caribe nicaragüense donde Humberto Ortega, entonces jefe del Ejército Popular Sandinista, dio la orden de estrenar las mortíferas BM-21, conocidas como Katiuskas, recién compradas a los soviéticos, bombardeando con ellas poblaciones indígenas. Los indígenas fueron perseguidos y cazados como bestias, arrinconados y aniquilados como animales ponzoñosos, en una línea de actuación calificable como genocidio sobre la que aún habrá que investigar para la Historia. Los que lograron escapar a la muerte fueron sacados de sus aldeas y llevados a “asentamientos”, que eran en la práctica campos de concentración de los que los indígenas tenían prohibido salir. Las aldeas indígenas de un área enorme del caribe, sobre todo aquellas a lo largo del Río Coco, fueron arrasadas hasta sus cimientos. Las viviendas fueron quemadas, los animales masacrados, las fuentes de agua envenenadas, los bosques incendiados, entre otras desquiciadas e inhumanas acciones destinadas a dejar sin posible refugio a quien osase enfrentar al sandinismo triunfante e intolerante de otras formas de ver la realidad y de conducir la existencia.



Ahora los indígenas han decidido recuperar el poder sobre su territorio, hartos de ver como un gobernante ansioso de riqueza y un grupito de codiciosos colaboradores autóctonos esquilman lo que queda de unos recursos que una vez fueron abundantes y destruyen de paso la tierra, las estructuras sociales y la forma de vida de la población. Allá, muy lejos de Managua, un pueblo sumido en la miseria y el atraso le está diciendo NO a Ortega, en una lección de dignidad que ojalá fuese seguida en el resto del país.

Los indígenas caribeños saben muy bien el calibre del enemigo al que ahora se enfrentan, saben qué cosa es posible esperar de Ortega y por lo que puedo intuir están preparados a enfrentarlo y saben bien cómo hacerlo. Por eso van desarmados, pues saben que eso les hace aún más fuertes frente a un tembloroso y cobarde Ortega en un mundo que ya no es el mismo a aquel de la primera vez que lo enfrentaron. Veremos qué mandará Ortega hacer a las numerosas tropas policiales enviadas a aquel lugar que ya tanta sangre humilde ha visto correr.

De cómo Ortega maneja este planteamiento que ahora le presenta la población indígena del caribe dependerá la sobrevivencia de su gobierno. Si, como se verá tentado a hacer, responde a sangre y fuego a una población desarmada, se verá enfrentado, ya lo verá usted, no sólo a la población caribeña sino al país entero, si el país es capaz de entender entonces que el problema no son los indígenas sino Ortega mismo. La comunidad internacional, también lo verá usted, no se quedará quieta viendo cómo se ataca a unas etnias ya suficientemente sufridas. El débil gobierno de Ortega, que sólo sobrevive gracias a la debilidad de una parte de la oposición y la complicidad de otra parte, se vendrá al suelo como un castillo de naipes frente a un pueblo que le repudia.

Para los indígenas este levantamiento desarmado es un asunto de vida o muerte, la única salida que le ha dejado un gobierno corrupto, ciego, sordo y mudo a las aspiraciones de una población que busca vivir en paz y desea que los recursos de su territorio sirvan para mejorar las condiciones de vida de la gente y no sólo para enriquecer a un ya muy rico enemigo que le odia y le desprecia allá en su mansión a cientos de kilómetros de distancia.



Ojalá usted que lee esto sea capaz de ver más allá de las etiquetas que gente bien intencionada y otra con malas intenciones le está poniendo y le pondrá a esta acción de los indígenas caribeños. No se trague usted las etiquetas de “separatistas”, “independentistas” o cualquiera otra que le quieran presentar. Cuando le cuenten el cuento de lo que está pasando y de lo que pasará el domingo trate usted de ver lo que hay detrás de las palabras, quizá se sorprenderá de lo que encuentra y quizá usted también sacará su Biblia y su bandera blanca y exigirá como los indígenas el derecho a elegir a sus propias autoridades.

Nota: las fotos que acompañan este texto sirven nada más para fines ilustrativos, no tienen relación alguna con el texto y son de la autoría de esecrebond y se publican aquí bajo una licencia de Creative Commons. Estas y otras fotos de este autor pueden encontrarse en su página en flickr en http://www.flickr.com/photos/esecre/

Vaya para esecrebond mi profundo agradecimiento por el permiso tácito de usar sus hermosas fotos.

jueves, 20 de agosto de 2009

Cambiando el enfoque

Este blog recibió el nombre que tiene porque surgió en un momento en que combatir a la dictadura parecía a quien esto escribe, un asunto muy urgente. A mi juicio, a finales del año pasado y comienzos del presente, Nicaragua vivió momentos en que se habría podido cambiar las cosas para bien si hubiéramos sido todos más inteligentes, más atrevidos, más valientes. Podríamos haber echado abajo la dictadura de Ortega y su pareja, pero no lo hicimos y ellos están aún dirigiendo un gobierno y un país que se cae a pedazos cada vez más grandes. Talvez fue mejor así. Quizá así ahora que caiga por su propio peso, la dictadura caerá de una vez y para siempre y esta dañina gente no podrá regresar nunca más pues quedarán aplastados en la caída.



Es que si una cosa es cierta es que esta dictadura caerá y quiza de manera tanto o más estrepitosa que la manera en que cayó la dictadura de Somoza. No me sorprenderá ver otra vez la pata descalza y rajada de Juan Pueblo pisando los salones de las lujosas mansiones que los miembros del régimen dejarán abandonadas en su huída. Esta dictadura es puro aire, más vacía de sustancia que la del difunto y sólo bastará un pequeño empujón para derribarla, un empujón que en cualquier momento ocurrirá. En cualquier momento surgirá una chispa que encenderá un fuego que consumirá a la dictadura. En cualquier momento.

Por eso hay que irse preparando para que cuando caiga la dictadura podamos tener un gobierno diferente de los que hasta ahora hemos tenido. Cuando caiga habrá que estar atentos para evitar cometer los mismos errores que hasta ahora y en nuestra ignorancia hemos cometido. Es hora de poner la vista más lejos que nuestras narices y empezar a pensar qué vamos a hacer y cómo vamos a hacer cuando nos quitemos de encima la dictadura. Hay que irse preparando para ese momento. Hay que hablar de ello, hay que discutir, organizar foros, ṕresentar propuestas y hacer lo que haya que hacer para estar preparados y que no sean otra vez los vivos los que se queden con el mandado.




Si pudiera le cambiaría el nombre a este blog y le llamaría ahora "Por la democracia", pero no estoy seguro de poder hacerlo sin tener que desaparecer el blog y crear uno nuevo y no quiero hacer eso pues le tengo cariño. Le dejaré ese nombre pues, aunque de ahora en adelante más que a combatir una dictadura debilucha que usted mismo(a) botará en su momento, me dedicaré a presentar propuestas de acción, de las cosas que haremos cuando esta risible dictadura haya caído. Pues caerá, ya lo verá usted, así como cayó el Muro de Berlin, que era de cemento armado y no como esta dictadura que es de taquezal.

domingo, 15 de marzo de 2009

El archipiélago de Managua (parte 2)

La isla de los condenados

Hay en lo que yo insisto en llamar ─aunque no lo sea─ “el archipiélago de Managua”, una isla en particular que es una vergüenza para Nicaragua toda y la sociedad toda. Un espacio que muestra mejor que cualquier otro la profunda crisis que vive el país, que deja en evidencia que hemos fracasado. Se trata del lugar conocido como “La Chureca”, el basurero de la ciudad de Managua. En ella viven grupos de gentes que hacen su vida en ese basurero, viviendo en pleno siglo XXI en peores condiciones que aquellas de los primeros grupos humanos, cuando apenas empezábamos a andar erguidos y a enseñorearnos de la Tierra, cuando apenas empezábamos a pensar. Son seres que viven como las hienas, alimentándose de los restos que la sociedad les arroja y peleándose por los pedazos de carroña que constituyen su alimento. Son seres condenados por pecados que nunca cometieron a conducir su miserable existencia entre la basura y el excremento de una ciudad podrida. Ahí comen, ahí rezan a su Dios, ahí se aparean y ahí paren a sus hijos, entre la mierda de los demás.

En esta isla queda en evidencia, mucho más claramente que en otras partes, lo lejos que estamos de ser una nación y el poco interés que sentimos los nicaragüenses los unos por los otros. Olvídese de todos esos cuentos de la solidaridad entre los nicaragüenses, olvídese de que nos amamos los unos a los otros, que nos preocupamos los unos por los otros, como acostumbramos decir. En nuestro pequeño país estamos rompiendo ya los últimos hilos del tejido social y en esta sociedad que se hunde, el grito no es ya “sálvese quien pueda” sino más bien “sálvese quien pueda pasando por encima de quien sea”. No tenemos muchos reparos en pararnos sobre las cabezas de los demás para poder mantener nuestra propia cabeza fuera del agua. “Que se jodan los otros si con ello puedo salvarme yo” parece ser lo que nos guía. No nos mueven ya elevados ideales, lo que nos mueve son los más bajos instintos.



Olvídese del cuento de que los nicaragüenses somos todos hermanos porque, pudiendo impedirlo, ningún hermano permitiría que su hermano se deshumanizara de tal modo que tuviera que comportarse como una bestia salvaje para hacerse de un pedazo de carroña para poder subsistir. Ningún hermano permitiría que su hermano llegara a los extremos de miseria a los que se llega en esta isla de los condenados de la tierra. A los extremos de deshumanización que aquí llegamos.

Las visiones de Juan en el Apocalipsis se repiten día a día, hora tras hora en esta isla de los condenados, en este primer círculo del infierno. A este espacio hemos enviado a estas pobres criaturas inocentes a pagar por nuestros pecados, a lavar nuestras culpas, a sufir por nosotros, a redimirnos para que nosotros podamos seguir alegremente con nuestras propias viditas.

Nota: las fotos que acompañan mi texto son obra de Gunnar Salvarsson un fotógrafo profesional islandés que generosamente me permite usarlas aquí. Vaya para él desde acá mi más profundo agradecimiento. Las fotos de este post y cientos más de otras fotos de Gunnar, de gran calidad, puede usted encontrarlas en http://www.flickr.com/people/gunnisal/

miércoles, 14 de enero de 2009

El archipiélago de Managua (parte 1)


Para alguien como yo, curioso y metiche, con cierto entrenamiento para la observación y una cierta formación sociológica, Managua es un espacio fascinante. Los últimos días he andado de cualquier modo por aquí y por allá en el ardiente calor de este lugar caótico que no me atrevo a llamar ciudad, persiguiendo algunas ideas que voy a dejarle a usted aquí en este post y en otros que luego escribiré, para que haga usted con ellas lo que se le ocurra, pues a fin de cuenta estas son ideas de todos y seguro que se le habrán ya ocurrido a usted antes que a mí o se las habrá encontrado por aquí y por allá.

Déjeme empezar diciendo que Nicaragua es a mi juicio y a juicio de algunas otras personas, una sociedad y un país que va difuminándose, que hace ya algún tiempo ha iniciado un proceso de disolución que en los últimos tiempos se ha acelerado. Es la nuestra una sociedad que como producto de nuestras acciones y omisiones va poco a poco diluyéndose, hasta que llegue un momento ─si no hacemos algo para evitarlo─ en que se nos irá por la alcantarilla como el agua de la lluvia. Un ─y solo un─ aspecto de esto que le digo es el hecho que Nicaragua no actúa como una nación, no se comporta como tal. Hay grupos ─unos poderosos, otros menos poderosos─ que empujan y tiran cada uno por su lado. No tiramos todos juntos en una misma dirección, como ocurre en las sociedades más avanzadas, en las que se lleva hacia adelante el interés de la nación. Nosotros nos preocupamos de nuestra individualidad, de nuestra familia y quizás de nuestro grupito social, los demás pueden muy bien comer mierda mientras nosotros comemos filete. Literalmente.

Más que una nación, nuestra sociedad es como una suma de diferentes mundos que ya ni siquiera forman un sistema, pues esta palabra da la impresión de un cierto orden y en Nicaragua parece reinar más bien el caos de los tiempos primigenios. Esos varios mundos que conforman lo que llamamos Nicaragua, se entrecruzan a veces los unos con los otros, giran sobre algunos ejes compartidos y comparten una referencia espacial, nada más. Ya hablaremos más adelante sobre estos conceptos.

Mis amistades piensan que me he rendido, que he bajado a la realidad y he recuperado mi cordura porque ya no tengo el mismo tono apasionado, insurrecto, con el que llegué al país hace ya más de dos meses, porque según piensan ya no ando alzado conspirando por acá y acullá, tratando de bajarme al risible dictador y su caricaturesca putilla. No, amigas y amigos míos, estoy más loco que nunca y si he estado callado últimamente es porque mis observaciones de las últimas semanas me han dejado con la boca abierta, sin habla, porque rasgando en la superficie de las cosas me he venido dando cuenta que la dictadura es de juguete y se caerá sin mucho esfuerzo, sola casi y que el monstruo que debemos enfrentar es otro, mucho más grande y terrible. Lo que con este país está ocurriendo es a mi juicio tan serio, tan peligroso, tan vital, que mi preocupación por la dictadura ha pasado a un segundo plano. Sigue siendo urgente derrocar a la dictadura y hay que trabajar para lograrlo, pues cualquier cambio para bien empieza por ahí, pero también hay que trabajar y muy fuertemente, para encaminar esta sociedad por otro rumbo que ese que usted, yo, mi vecina, los políticos, todos pues, le hemos venido dando. La conspiración, por así decirlo, debe pasar también a otros niveles, más allá de las miserias de nuestro nauseabundo mundillo político.

Para profundizar en esto que hoy le digo empezaré ahora hablándole de Managua y continuaré hablándole aún en algunos otros posts. Managua no es Nicaragua, aunque sus habitantes así quieran creerlo. Es un poderoso miembro, pero no es el país todo y no todas las cosas se deciden en este horroroso lugar, aunque en esta capital ocurren cosas que marcan al país profundamente. Lo que usted probablemente no se ha detenido a pensar es que Managua, además de ser ese enorme espacio habitado a la buena de Dios por una mezcolanza de gentes, es también un archipiélago, un conjunto de islas. De eso voy a hablarle en mi próximo post.