Las mujeres bellas me han fascinado siempre, desde pequeñito, y allá, en los primeros años de la adolescencia, me atreví incluso a enamorarlas. Para entonces tenía un primo que observaba mis inútiles esfuerzos con las bellas y me bajaba de vez en cuando a la realidad con una lógica que no admitía reparos. Un día que estábamos sentados en una banca del parque Carazo, allá en Rivas, vimos pasar a la más linda de todas las jovencitas del pueblo, que amable como era nos saludó al pasar. Le conté a mi primo que estaba enamorado de ella y hasta le mostré los poemas que le había escrito y le había estado haciendo llegar secretamente, como hacían los héroes de las novelas francesas y rusas que entonces empezaba yo a leer. Mi primo, que no sabía de sutilezas me lanzó una pregunta que jamás olvidé.
-¿Qué vas a hacer si esa niña, de pura casualidad o pura suerte te para bola? -me dijo y yo habré puesto una cara de idiota porque él siguió martillándome el cerebro con sus preguntas.
-¿Si te pronto ella te dijera que sí, qué vas a hacer entonces? ¿lo has pensado? Suponiendo que te prefiera a vos, todo flaquito, hecho mierda y palmado y no a sus enamorados ricos y guapos y te diga que sí ¿cuál será entonces tu siguiente paso? Pensalo, pensalo bien primito -me dijo y desde entonces la pienso dos veces antes de flirtear con las bellas o lanzarme a empresas audaces, porque ¿y si tengo éxito? ¿seré capaz de hacer frente a lo que se me vendrá encima?
Le cuento esto porque quiero ahora hacer con usted un pequeño ejercicio. Usualmente repudio los ejercicios intelectuales del tipo “qué hubiera pasado si...” por considerarlos inútiles, pues las cosas que ocurrieron ya ocurrieron y no es ni era posible hacerlas ocurrir de otro modo, pero en este caso voy a hacer una excepción pues no encuentro otra manera de decir lo que quiero decir. Supongamos pues que la marcha del día 21 recién pasado hubiera tenido el más grande de los éxitos. Soñemos que el pueblo todo, harto de la dictadura sale a la calle y allá se queda hasta que el dictador, sin apoyo de nadie, se ve forzado a renunciar y se va para Venezuela, con su esperpento y su prole, como el caimán que se fue para Barranquilla. Sigamos suponiendo y supongamos que las organizaciones de la sociedad civil, los partidos políticos y todo quien pueda tener vela en este entierro logran ponerse de acuerdo y se organiza una junta de gobierno y un gabinete de reconstrucción nacional, encargado de conducir el país hasta el momento en que se celebrarían unas nuevas elecciones.
Claro que las cosas mejorarían, como mejoraron en julio del 79, en el momento en que se fue Somoza y como mejoraron el 25 de febrero, la primera vez que el pueblo le dijo no a Ortega en unas elecciones libres. Después de Somoza cualquier cosa, decíamos en el 79 y fue cierto por algún tiempo. Después de Ortega también era mejor cualquier cosa y lo fue también por un muy corto tiempito. En ambos casos, en 1979 y en 1990 fuimos incapaces de construir la democracia, de construir un país que sea mejor que una dictadura de derecha o una dictadura de unos cuantos en nombre de un invisible e inexistente proletariado. Fuimos incapaces de escapar a la maldición que parece acompañarnos y condenarnos a viajar permanentemente en círculos para volver cada cierto tiempo al mismo punto de partida, cada vez más pobres, cada vez más tristes, cada vez más hastiados de este descenso permanente. Tenemos un país en el que nos hemos venido cagando los unos y los otros, nosotros y no otros, hasta convertirlo en el paisito que ahora es. La nación jamás hemos podido construirla, por más que lo juremos y lo perjuremos y a casi dos siglos de independencia seguimos siendo los mismos que políticamente éramos entonces. Nuestros timbucos y calandracas han viajado en el tiempo sin que el tiempo les transforme.
Pero este es un post alegre, con el que pretendo animarle a usted, así que regresemos al punto que nos ocupa. Hasta ahora hemos dejado en manos de los políticos la construcción de nuestra sociedad y ellos, ya lo hemos visto repetidamente en estos doscientos años transcurridos desde que España nos heredara este país, han fracasado estrepitosamente. Nuestros políticos no pueden ni quieren construir un país democrático porque en una democracia real y no falsificada como la nuestra, el tipo de político que tenemos no sobreviviría ni un solo día. Nuestros pequeños hombres políticos, nuestros gallitos de pelea, nuestros machitos y machines no tienen cabida en una sociedad democrática. Por ello, Ortega y Alemán, conscientes de su pequeña estatura, acomplejados, pero además malvados y enormemente ambiciosos de riquezas para llenar con ellas sus enormes vacíos, construyeron este esperpento de organización de la sociedad que ahora tenemos, tan alejado de un sistema democrático como la tierra lo está del sol.
Así que, piense: ¿qué haremos cuando el país nos diga que sí? ¿qué haremos cuando Ortega y Alemán desaparezcan del panorama, pateados por la pata rajada del pueblo? ¿qué sociedad habremos de construir? ¿cómo serán nuestras instituciones? Es necesario que vayamos pensando en estas cosas y vayamos actuando desde ya en consecuencia porque el sí de esta bella lo escucharemos dentro de muy poco tiempo, ya lo verá usted y hay que estar preparados. Para entonces debemos saber bien qué cosas vamos a hacer para que esta vez no regresemos como siempre al fondo del barril. Esta vez debemos involucrarnos todos, esta tarea es demasiado seria para dejársela a nuestros incapaces políticos. En mis próximos posts continuaré hablando con usted de estas cosas.
La foto pertenece a Jorge Mejía y se usa acá bajo la licencia Creative Commons 2.0. Para otras fotos del mismo autor sobre la marcha del dia 21/11 le recomiendo visitar la galería que el autor ha creado en flickr
-¿Qué vas a hacer si esa niña, de pura casualidad o pura suerte te para bola? -me dijo y yo habré puesto una cara de idiota porque él siguió martillándome el cerebro con sus preguntas.
-¿Si te pronto ella te dijera que sí, qué vas a hacer entonces? ¿lo has pensado? Suponiendo que te prefiera a vos, todo flaquito, hecho mierda y palmado y no a sus enamorados ricos y guapos y te diga que sí ¿cuál será entonces tu siguiente paso? Pensalo, pensalo bien primito -me dijo y desde entonces la pienso dos veces antes de flirtear con las bellas o lanzarme a empresas audaces, porque ¿y si tengo éxito? ¿seré capaz de hacer frente a lo que se me vendrá encima?
Le cuento esto porque quiero ahora hacer con usted un pequeño ejercicio. Usualmente repudio los ejercicios intelectuales del tipo “qué hubiera pasado si...” por considerarlos inútiles, pues las cosas que ocurrieron ya ocurrieron y no es ni era posible hacerlas ocurrir de otro modo, pero en este caso voy a hacer una excepción pues no encuentro otra manera de decir lo que quiero decir. Supongamos pues que la marcha del día 21 recién pasado hubiera tenido el más grande de los éxitos. Soñemos que el pueblo todo, harto de la dictadura sale a la calle y allá se queda hasta que el dictador, sin apoyo de nadie, se ve forzado a renunciar y se va para Venezuela, con su esperpento y su prole, como el caimán que se fue para Barranquilla. Sigamos suponiendo y supongamos que las organizaciones de la sociedad civil, los partidos políticos y todo quien pueda tener vela en este entierro logran ponerse de acuerdo y se organiza una junta de gobierno y un gabinete de reconstrucción nacional, encargado de conducir el país hasta el momento en que se celebrarían unas nuevas elecciones.
Claro que las cosas mejorarían, como mejoraron en julio del 79, en el momento en que se fue Somoza y como mejoraron el 25 de febrero, la primera vez que el pueblo le dijo no a Ortega en unas elecciones libres. Después de Somoza cualquier cosa, decíamos en el 79 y fue cierto por algún tiempo. Después de Ortega también era mejor cualquier cosa y lo fue también por un muy corto tiempito. En ambos casos, en 1979 y en 1990 fuimos incapaces de construir la democracia, de construir un país que sea mejor que una dictadura de derecha o una dictadura de unos cuantos en nombre de un invisible e inexistente proletariado. Fuimos incapaces de escapar a la maldición que parece acompañarnos y condenarnos a viajar permanentemente en círculos para volver cada cierto tiempo al mismo punto de partida, cada vez más pobres, cada vez más tristes, cada vez más hastiados de este descenso permanente. Tenemos un país en el que nos hemos venido cagando los unos y los otros, nosotros y no otros, hasta convertirlo en el paisito que ahora es. La nación jamás hemos podido construirla, por más que lo juremos y lo perjuremos y a casi dos siglos de independencia seguimos siendo los mismos que políticamente éramos entonces. Nuestros timbucos y calandracas han viajado en el tiempo sin que el tiempo les transforme.
Pero este es un post alegre, con el que pretendo animarle a usted, así que regresemos al punto que nos ocupa. Hasta ahora hemos dejado en manos de los políticos la construcción de nuestra sociedad y ellos, ya lo hemos visto repetidamente en estos doscientos años transcurridos desde que España nos heredara este país, han fracasado estrepitosamente. Nuestros políticos no pueden ni quieren construir un país democrático porque en una democracia real y no falsificada como la nuestra, el tipo de político que tenemos no sobreviviría ni un solo día. Nuestros pequeños hombres políticos, nuestros gallitos de pelea, nuestros machitos y machines no tienen cabida en una sociedad democrática. Por ello, Ortega y Alemán, conscientes de su pequeña estatura, acomplejados, pero además malvados y enormemente ambiciosos de riquezas para llenar con ellas sus enormes vacíos, construyeron este esperpento de organización de la sociedad que ahora tenemos, tan alejado de un sistema democrático como la tierra lo está del sol.
Así que, piense: ¿qué haremos cuando el país nos diga que sí? ¿qué haremos cuando Ortega y Alemán desaparezcan del panorama, pateados por la pata rajada del pueblo? ¿qué sociedad habremos de construir? ¿cómo serán nuestras instituciones? Es necesario que vayamos pensando en estas cosas y vayamos actuando desde ya en consecuencia porque el sí de esta bella lo escucharemos dentro de muy poco tiempo, ya lo verá usted y hay que estar preparados. Para entonces debemos saber bien qué cosas vamos a hacer para que esta vez no regresemos como siempre al fondo del barril. Esta vez debemos involucrarnos todos, esta tarea es demasiado seria para dejársela a nuestros incapaces políticos. En mis próximos posts continuaré hablando con usted de estas cosas.
La foto pertenece a Jorge Mejía y se usa acá bajo la licencia Creative Commons 2.0. Para otras fotos del mismo autor sobre la marcha del dia 21/11 le recomiendo visitar la galería que el autor ha creado en flickr