Allá, en los momentos más calientes de la lucha cívica que el
pueblo nicaragüense emprendió contra la dictadura en el histórico
2018, se escuchó por todas partes el clamor de la gente por un paro
nacional. Pedían a la Alianza Cívica convocarlo y se lo pedían al
Cosep. El pueblo intuía que tenía a la dictadura acorralada y un
paro nacional sería el golpe de gracia para librarse de una vez del
odioso, criminal régimen orteguista. En la lucha pacífica el paro
es lo que el arma nuclear a la lucha armada. Es el golpe definitivo,
el arma última pues ¿qué puede ser más pacifico y más potente
que no hacer nada? ¿cómo puede lucharse contra un pueblo que deja
caer sus brazos y se queda quieto sin hacer nada? Quien como yo
alguna vez viajó o transportó carga a lomo de mulas sabrá que
cuando una mula no quiere andar más, se detiene en medio del camino
y ahí se queda y no importa lo que uno haga o cuanto palo uno le dé,
la mula no se moverá sino hasta que le dé la gana. Yo, como muchas
más personas estoy convencido de que si se hubiese convocado a un
paro nacional y nos hubiéramos parado como las mulas en algún
momento de los meses pasados, a estas alturas otro gallo nos
cantaría.
La
gente se pregunta por qué razón la alianza cívica no convocó a un
paro nacional y la respuesta es más clara que el ojo del piche: la
‘empresa privada’ no quiso darle a su socia la dictadura el golpe
final. Es que, fíjese usted, a la par de la policía, del ejército
cómplice, de los partidos políticos colaboracionistas (’zancudos’
les decimos) y de otros pilares en que la dictadura se irguió desde
sus inicios, otro pilar fue eso que llamamos ‘empresa privada’.
La
dictadura no se hizo de la noche al día. En los meses pasados mostró
su faceta más monstruosa pero no nació en este año. En Nicaragua
asociamos violencia extrema con dictadura y no nos damos cuenta de
que dictadura es otra cosa y que la violencia extrema las dictaduras
la reservan para los momentos en que flaquean. Ya para el año 2008
la dictadura de Ortega estaba establecida y el Cosep lo sabía pero,
vieja prostituta, se metió a la cama con el dictador. A fin de
cuentas no sería el primer dictador con el que se acostaba. Por
dinero, claro está, pues “poderoso caballero es Don Dinero”. Por
dinero, la ‘empresa privada’ hizo cuanto pudo para darle
legitimidad al régimen y miró hacia otro lado mientras Ortega, la
Murillo y los infames Ortega Murillo, estirpe sangrienta, hacían
añicos el pobre país.
En
Nicaragua, eso que llamamos ‘empresa privada’ ni es empresa ni es
privada. A excepción de unas cuantas empresas sanas y fuertes y de
unos pocos empresarios que en realidad son tal cosa, otras ‘empresas’ y otros
‘empresarios’ solo pueden funcionar y prosperar en la
corrupción, gozando de los favores que reciben de los gobiernos de
turno. ‘Pandilla de delincuentes’ es un nombre más apropiado. No
saben cómo hacer negocios ni cómo administrar una empresa si no es
con la ayuda del corrupto gobierno, que a su vez les necesita como
garantes de legitimidad, para guardar las apariencias.
Usted,
con mucha razón, se preguntará ¿Si son aliados de Ortega,
entonces, qué hacen ahí, en la mesa del diálogo y como parte de la Alianza Cívica? Hacen lo que siempre han hecho, salvaguardar sus
intereses, ver hacia que lado sopla el viento para inclinarse hacia
allá, veletas que son.
‘Solo
el pueblo salva al pueblo’ dicen. Yo tengo mis dudas, pero de lo
que no me cabe la menor duda es que ni el Cosep ni las cámaras
salvarán a este pueblo y si en un cierto momento son nuestros
aliados no debemos olvidar la variable naturaleza de este aliado que
siempre se mueve al ritmo que hacen las monedas metidas en un saco.
No olvidemos que nuestra ‘empresa privada’ esa que se junta en
cámaras, es un viejo perro que siempre baila con la plata de quien
sea.